Salvador Romero, de 84 años, se puso el primer pinchazo el 30 de diciembre. Vivía en una residencia de ancianos de Viver (Castellón) que no había visto un solo caso positivo en toda la pandemia. No tardarían en sufrir el primer brote. Tres semanas después, el 19 de enero, volvió a la consulta para la segunda vacuna cortesía de Pfizer, lo mismo que el resto de residentes y parte del personal. Y a los seis días murió de neumonía.
La familia ha denunciado en una comisaría de Valencia el fallecimiento para depurar posibles responsabilidades, tanto del centro como de la propia Conselleria de Sanidad por ordenar la vacunación sin garantías de que los pacientes estuvieran sanos. En el momento de la segunda inoculación, la residencia no se había repuesto del brote surgido tras la primera dosis, y empezaron las preguntas. Su hijo lo tiene claro: “La segunda dosis lo ha rematado”, lamenta en declaraciones a Levante. Otros medios aseguran que el paciente era uno de los contagiados.
Salvador estaba aparentemente bien el pasado viernes 22, cuando le recibió un médico del centro de salud, pero todo cambió en menos de veinticuatro horas. “El sábado lo empezaron a notar decaído y con mocos en el pecho”, recuerda el hijo, y confirma la residencia en conversación con EL ESPAÑOL. Lo trasladaron al Hospital de Sagunto, y allí falleció “de forma fulminante” este lunes debido a una neumonía. En todo momento, desde la primera vacunación hasta la deriva al hospital, se siguió el protocolo sanitario. Además, el fallecido no estaba en cuarentena y era autónomo, por lo que dio su consentimiento de recibir la vacuna.