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El salvavidas de la cultura

‘Heroico rescate’ es el título de la obra de Luigi Stinga expuesta frente al Ayuntamiento de El Sauzal, con la que rinde homenaje a las personas que a diario rescatan vidas en el mar
El alcalde Mariano Pérez encargó la escultura para homenajear a los pescadores del municipio que en 1966 rescataron a la tripulación del avión que amerizó en la costa de El Sauzal. Sergio Méndez
El alcalde Mariano Pérez encargó la escultura para homenajear a los pescadores del municipio que en 1966 rescataron a la tripulación del avión que amerizó en la costa de El Sauzal. Sergio Méndez

Luigi Stinga ha vuelto a sorprender. Pero esta vez lo ha hecho de una manera diferente, ya que Heroico rescate, un barco con dos pescadores, uno remando y el otro con la mano extendida hacia una persona que está en el agua, es su primera obra que no tiene carácter efímero, sino que permanecerá en los exteriores del Ayuntamiento de El Sauzal hasta noviembre de 2018 para que pueda ser disfrutada por más tiempo por vecinos y visitantes.

O al menos esa es la idea del alcalde, Mariano, Pérez, quien le encargó una escultura para rendir homenaje a los pescadores que en la costa del municipio ayudaron a los pasajeros y a la tripulación del avión que amerizó en 1966, que fue inaugurada días atrás y que no dejó a nadie indiferente, como suele ser habitual con sus obras.
Sin embargo, el artista italiano quiso ir más allá y reconoció con su trabajo a todas aquellas personas que rescatan vidas que están en peligro o en dificultad en los mares, desde los pescadores hasta los inmigrantes que se ahogan cada día. Directa o indirectamente, puso de manifiesto que la cultura también es un salvavidas para entender una realidad que muchas veces queda en el olvido.

“Fue un verdadero experimento”, confiesa, dado que en lugar de piezas recicladas utilizó tablones de madera de pino que tuvo que colar, atornillar y darles un tratamiento con aceite para que no se estropeen con facilidad. Y aunque el material es una madera más limpia, mantiene el “desorden” del cuerpo de las personas para diferenciarlas y lograr el concepto que pretendió darle y que cree, que todos los que se acercan a ver su obra entienden.

La forma de trabajar también fue completamente diferente. No solo porque le requirió casi dos meses de trabajo, cuando las esculturas de arte efímero las termina en tres o cuatro días, sino porque al no crearla in situ no hubo participación del público. Esta fue diseñada en un estudio, fabricada en una carpintería e instalada por piezas. Previamente, realizó una serie de maquetas diferentes y eso también conlleva un trabajo de experimentación, dibujo y una presentación real.

Pese a ello, Luigi Stinga dice que es la primera vez que está satisfecho con el resultado de su obra, algo “difícil” en él porque siempre está buscando fallos. En este caso considera que la pieza está “bastante madura”.