cultura

Petite Lorena: “El ataque de risa es un subidón como pocos”

Aunque se basa en sus vivencias, también puede mezclar la realidad con la fantasía: "Tiendo a ser surrealista, una vía de escape que me fascina” 
Petite Lorena. / DA

La palmera Lorena González OrriboPetite, está a la altura de la astucia de la risa. 

-¿Por qué Ramón Araújo te puso Petite?
“Es una ironía, porque yo mido 1,80 descalza. Por eso, la primera razón, y porque sonaba afrancesado [de petit, pequeña), divertido y cabaretera”. 

-¿Qué ha significado él para tu carrera artística? 
“Ramón es amigo y familia, uno de mis grandes referentes en el humor. Nos conocemos desde hace veintitrés años. Tengo una admiración absoluta por él y por su formación, tanto en Anticraisis como con el Trío Zapatista. Es de las pocas personas con las que yo trabajo creativamente. Ha escrito textos para mí y, además, hablando simplemente una hora me voy con un montón de notas”. 

-¿Cuál es el don de los grandes comediantes?
“Eso lo dice Ramón, no son palabras mías [risa]. Me siento halagadísima. Supongo que se refiere a mi capacidad para contar de forma divertida cualquier cosa que me pasa. Hay algo ahí que lo tienes de forma innata y luego lo desarrollas. Los gitanos lo llaman duende; otros, don… Viene de fábrica”. 

-Te inspiras en tu propia experiencia, ¿no?
“Como monologuista o humorista, yo me baso en mis vivencias. También puedo mezclar la realidad con la fantasía. El otro día, una amiga a la que hacía un año que no veía me dijo: ‘Muchacha, que no sé nada de ti’.  Le propuse que pusiera el programa En otra clave, los domingos en Televisión Canaria. Es verdad que tiendo a ser surrealista, una vía de escape que me fascina”. 

-¿Qué magia transmite el costumbrismo?
“Es una conexión que los cómicos conocemos muy bien. El costumbrismo te identifica inmediatamente con el otro, compartimos el entorno. Cuando recuerdo entrar en la casa de mi abuela, que olía de aquella manera y ponía los paños de croché sobre el sillón de escay, es como la de muchas abuelas. El público exclama: ‘¡La mía es igual!’. Es un recorrido histórico por una realidad que hemos vivido todos: los sesenta, los setenta, cómo eran las cosas, cómo se decoraban la casas, cómo vestíamos, cómo pensábamos… Estamos ante una expresión muy directa de humor”. 

-¿Es duro divertirse?
“Bueno, ¡Qué duro es divertirse! es el nombre del primer espectáculo que hice, escrito por Ramón Araújo y por mí. Era muy guay, porque actuaba por muchísimos institutos de Canarias. Les contaba a los pibes lo duro que era divertirse, arreglarse, salir, beber, cómo había que comportarse, ligar… ¡Una coña! Nada que ver con lo que hago ahora. Iba disfrazadísimasupercaracterizada. Era muy tímida como cómica y me escondía detrás de un personaje que llevaba peluca y una botella de Arehucas. ¡Era horrible!”. 

-Sobre el escenario no parece que seas tímida…
“Lo sigo siendo. La timidez tiene dos salidas: la rompes y dejas de serlo o te aíslas, te bloqueas. No te queda otra opción. Es un abismo al que hay que tirarse. Soy tímida, pero he aprendido. Para mí es más cómodo estar sobre un escenario que en una reunión de cuatro personas. Me da más corte entrar en un bar o en un restaurante. Si tropiezo y me caigo, me puedo morir. La sensación es diferente en un teatro ante ochocientas personas”. 

-¿Cómo visualizas a la gente para atajar los nervios? ¿Desnuda o mejor a oscuras?
“Yo prefiero ver al público. Siempre pido una luz tenue en la sala, porque improviso mucho. ¡Uf! Con las mascarillas es complicado, aunque nos vamos adaptando. Antes me baja del escenario, vacilaba y, si a alguien le sonaba el móvil iba a por quien fuera”.

-¡Y gracias!

“Lo que no puede ser es que vayamos en un avión, en el transporte público, y no al teatro con la mascarilla. Si bien entiendo que el aforo se reduzca un poco, al 50% no es necesario. En Madrid está al 75%”. 

-¿Qué verdades cuentas en la sesión de monólogos Sexo y mentiras de la mujer palmera?
“Todas las verdades. Mi madre no era pedagoga ni mi padre, profesor de Filosofía. Vengo de gente humilde, de campo, sin artistas en la familia, con una educación profundamente católica apostólica y romana.  En mi espectáculo cuento que, el día que me vino la regla, mi madre me dijo: ‘Hija mía, ya tenemos otra mujer en casa’. Me cogí un trabe espantoso. Eso lo superas con sentido del humor. Si te hubieran explicado unas cuentas cosas, no habría tantas piedras en el camino”. 

-Las reglas han cambiado…
“¡Claro! Hablo mucho en las actuaciones de dónde venimos y dónde estamos. No ha sido fácil. A base de cachetadas o de libros, de abrir la mente, hemos accedido por cuenta propia a un mundo mucho más real”.  

-¿La risa es el orgasmo del humor?
“Sí… Un ataque de risa, cuando se te saltan las lágrimas y te partes, puede llegar a superar un orgasmo, ¡eh! Es un subidón como pocos”. 

-¿Qué te sugiere la sonrisa del pelícano?
“¡Ah! Trabajé con Pepe Navarro no en La sonrisa del pelícano, sino en Ruffus y Navarro, en Televisión Española. Yo estuve desde el primer programa.  No prosperó a nivel de audiencia. Duró semanas [dieciocho emisiones: martes, miércoles y jueves]. Pepe Navarro era lo más en la televisión. De repente me llegó un telegrama del presidente del Cabildo de La Palma, José Luis Perestelo, y recibí un ramo de rosas en el camerino”. 

De cine!
“Me encanta la disciplina del cine, cómo se trabaja. No es que me llevan las ofertas”.  

-¿Estás preparando algún proyecto?
“En plena pandemia, el gran proyecto es mantenernos”.