tribuna

En el día Internacional de los Bosques

En esta época aciaga de catástrofes y desastres bélicos en marcha,” acertada reflexión extraída de un artículo del periodista redactor de economía y política en Cataluña para el diario El Confidencial, Marcos Lamelas Vilariño, pretendo recordar que en este día, en que hemos entrado en la estación de la primavera en el hemisferio boreal y en el otoño en el austral, las Naciones Unidas han declarado en diversas reuniones, un día de cada año para conmemorar conjuntamente y en la misma fecha hasta cinco días internacionales y tres mundiales, con el objetivo de reflexionar y actuar sobre diversas cuestiones.

En una de ellas, celebrada el 21 de diciembre de 2012, se acordó declarar el 21 de marzo “Día Internacional de los Bosques,” cuyo principal objetivo es crear conciencia a la importancia de cuidar y preservar todas las áreas forestales de la biosfera terrestre y las especies que constituyen sus diferentes comunidades vitales.

Alrededor de unos 1600 millones de personas del planeta dependen de los bosques para sobrevivir y desgraciadamente la desforestación forestal continua por los incendios naturales y también por los provocados a un ritmo imparable de más de 13 millones de hectáreas por año. Una hectárea, recuerden, es más o menos la superficie de un estadio de fútbol o de rugby.

Aprender a respetar, cuidar y proteger a un recurso forestal básico, por pequeño que sea, para la vida humanitaria, es un esfuerzo y una posibilidad de vivir en un mundo sano y mucho más sostenible. Es, además, una manera individual de que la biodiversidad de la Tierra no alcance límites imposibles para la supervivencia del ser humano.

En el planeta, la historia de la vida ya ha pasado por cinco grandes extinciones masivas de especies y siempre la evolución biológica ha producido o favorecido el desarrollo de nuevas generaciones de seres vivos. Pero en este momento, el poder cerebral de una especie, entre millones que componen la biosfera, posee una capacidad destructiva inimaginable capaz de producir una nueva y quizás próxima extinción. En este caso sería una auto extinción si continuamos favoreciendo de forma irresponsable el actual proceso peligroso e imparable del cambio climático.

Todo depende del aumento de uno o dos grados del calor medio anual del planeta. Los científicos no paran de advertirnos seriamente que el tiempo corre en contra de la humanidad planetaria si no se toman medidas serias y drásticas ya.

Ciñámonos a nuestro territorio más cercano. El 26 de agosto de 2019, la periodista Natalia Torres publicó, en este mismo Diario, un interesante artículo titulado “14 grandes incendios forestales en Canarias desde el año 2000.” La autora describe con rigor y con una serie de detalles el panorama canario en este tramo inicial del siglo XXI. Es un texto de enorme valor didáctico donde se relatan con todo detalle las superficies quemadas y las consecuencias de pérdidas materiales y desalojos de poblaciones ante las inesperadas catástrofes incendiarias. Merece leer, releer y divulgar como texto docente este magnífico trabajo periodístico.

De los 14 grandes incendios en este texto, los GIF, Gran Incendio Forestal, de más de 500 hectáreas de superficie quemada, diez se han producido en la provincia de Santa Cruz de Tenerife y 4 en la de Gran Canaria. Casi 53.000 hectáreas arrasadas destacando en esta relación la isla de La Palma con mas de 16.000 hectáreas de masa forestal. A estos datos hay que sumar los ocurridos en los años 2020, 2021 y en el actual.

Al margen de las desgracias colectivas y personales sufridas en estos acontecimientos catastróficos, y las condiciones desfavorables y abruptas de los territorios afectados, el personal técnico y el material usado en su más amplio sentido, así como, la valiosa colaboración del voluntariado y los medios de comunicación han estado a la altura necesaria para evitar mayores daños a los territorios insulares. De esta manera, se han podido evitar mayores daños en viviendas e instalaciones agrarias y ganaderas. La eficaz y en muchas ocasiones desinteresada ayuda de todos ha contribuido a dominar la extensión y la duración del tiempo catastrófico de cada incendio.

Como final de este escrito, acudo a una recomendación muy usada por mí: todo puede arreglarse en esta vida con más y mejor educación y una sanidad puntera. Los tremendos problemas sociales que sufren muchos seres humanos del planeta Tierra no son compatibles solo con el macroproblema del cambio climático. El tremendo coste, millones de euros invertidos en extinguir estos incendios sufridos en nuestra Comunidad Canaria, hubieran podido ser invertidos en mejorar la educación, hoy en crisis, la sanidad y otras necesidades sociales que claman por ayudas.

Post scriptum: Me gustaría contarles ahora una experiencia sostenible reciente. El equipo directivo y el personal docente del Instituto de Enseñanza Secundaria del municipio de El Tanque han tenido la feliz idea de crear un jardín con algunas especies autóctonas canarias. Se trataba incluso de que los alumnos participaran en la plantación y el cuidado posterior. A este fin, algunos compañeros del claustro de profesores se pusieron en contacto con Victoria Eugenia para solicitar su asesoramiento, ella aceptó encantada y en su compañía visité el Centro hace unas semanas.

Un grupo de profesoras y profesores entre ellas una Licenciada en Biología nos atendieron con gran afecto y después de visitar el Centro, por cierto, muy bien dotado en su infraestructura docente, recorrimos el jardín periférico en un estado lamentable desde el punto de vista de las especies allí plantadas. Les propusimos arbolar el jardín con especies forestales del Monteverde macaronésico y canario, la idea fue aceptada con gran entusiasmo. Unos días después, nuestra llegada con las plantas seleccionadas fue un acontecimiento, pero lo mejor del día fue el espectáculo de las alumnas y los alumnos colaborando alegremente junto con el personal docente en la plantación y diseño de su Jardín Sostenible. Con gran entusiasmo repararon el suelo, plantaron las especies y finalmente las regaron.

Tengo que reconocer que ante aquel espectáculo positivo se me reavivó la esperanza perdida en estas últimas semanas pasadas y pensé a la vista de lo que estaba contemplando: “es necesario en estas fechas pensar en verde” es el color de la esperanza. En la ciudad de Friburgo en Brisgovia, República Federal de Alemania, hemos visto Victoria Eugenia y yo a lo largo de nuestras visitas en estos últimos cuatro años el gran ejemplo de una ciudad Verde. Debemos compartir las buenas acciones porque el futuro está en la colaboración y no en la competición.

  • Habitante de la Biosfera