san juan de la rambla

Trinar de resurrección

La eucaristía del domingo en la iglesia del casco es cantada por los pájaros que se colocan la noche previa en distintos sitios del templo
Los vecinos que tienen aves les preparan las jaulas con agua y alpiste y las dejan ‘durmiendo’ en la iglesia. DA

En el pueblo la conocen como la misa de los pajaritos, pero es la eucaristía del domingo de Resurrección en la iglesia de San Juan Bautista, en el casco de San Juan de la Rambla, cantada por los pájaros que son colocados la noche previa en distintos lugares del templo.

No hay constancia de la fecha en la que se inició esta singular tradición, tampoco la persona que la impulsó ni el motivo. Simplemente es una costumbre que el municipio ha heredado y que los vecinos mantienen encantados. Aquellos que tienen aves llevan todos los años su jaula. Este año cuentan con cinco pájaros cantores.

Martín Falcón, secretario y tesorero de la Asociación Cultural Martín Rodríguez para la defensa y divulgación del patrimonio histórico, artístico y medioambiental del municipio, recuerda que ya desde los años 50 del pasado siglo, cuando él era monaguillo, se llevaban aves en la tarde de la víspera de resurrección para colocarlas en distintos lugares del templo y se quedaban en la iglesia durante toda la noche, porque los dueños le ponían el alpiste y el agua en la jaula.

A la mañana siguiente, en la misa de Resurrección, motivados por las luces del templo, los cantos, la presencia de numerosas personas y el olor a incienso, los pájaros empiezan a trinar. Siempre hay uno que motiva a los demás a cantar.

“El mío cantó este año que daba gusto”, “el mío no se quedó atrás”, “pues mira que este año cantaron”, son los comentarios habituales que se escuchan a la salida de la iglesia por parte de los feligreses y vecinos, dado que la ceremonia, debido a su sencillez y naturalidad, atrae hasta a los menos creyentes.

Como anécdota, relata que, en una ocasión, Manuel Navarro Mederos, un párroco que estuvo en el municipio, contó que “el que tenía detrás del altar no lo dejaba predicar, porque no paraba de cantar”. La celebración comienza siempre el sábado por la noche con una vigilia en la plaza de la iglesia en la que se bendicen las velas. Se enciende el fuego pascual, el sacerdote procede a bendecirlo, enciende el cirio mayor y este se va pasando a las velas de los asistentes, que se apagan cuando se prenden las luces de la iglesia y comienza la ceremonia religiosa. “Son costumbres que tienen un sabor entrañable y que se valoran todavía más con la edad”, sostiene Martín Falcón, quien también se define como “feligrés y vecino, disponible para ayudar a la convivencia”.

Los vecinos que tienen aves les preparan las jaulas con agua y alpiste y las dejan ‘durmiendo’ en la iglesia. DA

Al monte a recoger ramas de hayas

El mismo sábado, un grupo de vecinos voluntarios acude al monte a recoger ramas de hayas para engalanar el recorrido procesional del día siguiente, al que se suman las cuelgas de color rojo en las ventanas y balcones de las casas por donde transcurre la procesión, acompañada del Santísimo y la banda de música. “Comen juntos, se divierten, se echan un vaso de vino para celebrar la amistad y luego colocan las hayas, más de 400 ramas por todo el trayecto, que también es una costumbre de hace muchos años”, señala Falcón.

La esperada misa de los pajaritos, a la que también asisten muchos niños y niñas de la localidad, pone todos los años el punto y final a la Semana Santa. Las aves revolotean en sus jaulas, que cuelgan de las paredes del templo y con sus trinos. Además, celebran la Pascua y el gozo de la resurrección.