La carpa dormitorio donde se refugian está totalmente inundada sin posibilidad de achicar el agua. Decenas de migrantes, de madrugada, caminan con chanclas por un campamento desbordado por la llega diaria de nuevos inquilinos. No duerme nadie. Algunos caminan y el agua les cubre por encima de los tobillos. Otros tratan de poner las piernas en alto para no mojarse. Botellas de agua vacías, latas de refrescos y envases de comida flotan llevados por la corriente.
Un temporal azota todo el archipiélago canario, pero la peor parte se la llevan los migrantes. Los que están alojados en un extremo del antiguo campamento militar Canarias 50 (Las Palmas), donde sobrevive casi medio millar de personas afinadas en un campamento improvisado en las peores condiciones.
«Es una cárcel. No hay calefacción, nos duchamos con agua fría y la comida es mala. La gente está muy nerviosa»,
Porque la situación dentro es muy tensa. “Nos han metido en una prisión y no hemos hecho nada. Todo el mundo se quiere ir de aquí. No hay calefacción, la lluvia nos ha inundado, nos duchamos con agua fría y la comida es mala. La gente está muy nerviosa. No estamos bien”, resume Taufik, uno de los marroquíes que malvive en el interior de las instalaciones.