Coalición Canaria, ese increíble proyecto político donde cabían isleños de cualquier ideología, vive ahora sus horas más bajas con el vaciado de cientos de despachos y un futuro más que incierto.
Aunque su parto tuvo las siempre dolorosas contracciones de una moción de censura como la que Manuel Hermoso lideró contra su entonces socio, el socialista Jerónimo Saavedra, lo cierto es que el nacimiento de Coalición Canaria también tuvo esa aureola de ilusión que hoy acompaña a este cambio de régimen que protagoniza el socialista Ángel Víctor Torres.
No todos los días nace una formación política de obediencia local en la que cabían todos, desde los insularistas hasta los regionalistas, pasando por conservadores de Tenerife y La Palma de reconocido cordón umbilical con el franquismo y postcomunistas de última hora, la mayoría procedente de Gran Canaria.
Aquel milagro político, de incierto futuro, mantuvo sin embargo esa loable capacidad de integración durante más de dos legislaturas (hasta que Román Rodríguez y los suyos cogieron la puerta de salida), y nadie podrá negar que fue clave para enterrar ese pleito insular que alentaban los sempitermos caciques de cada Isla gracias al viento del oportunismo electoral. No deja de ser curioso que fueran capaces de trabajar juntos antiguos procuradores franquistas como Lorenzo Olarte y ex gobernadores civiles como Luis Mardones, con el campeón de la ATI más profunda como Hermoso y quien fuera el delfín de Santiago Carrillo, José Carlos Mauricio, por no hablar de líderes de la extinta Unión del Pueblo Canario como Oswaldo Brito. En realidad, eran de todo un poco, porque ni tan siquiera demostraron jamás un especial interés por el nacionalismo.
Lo suyo era gobernar, y vaya si lo hicieron, porque no ha sido hasta estos días cuando CC ha perdido ese poder que obtuvo en aquella moción de censura.
Eso sí, la factura que ahora se ven abocados a pagar es de órdago, porque de golpe han perdido no solo el Gobierno de Canarias, sino piezas claves como el Ayuntamiento de La Laguna o el todopoderoso Cabildo de Tenerife, por no hablar del Ayuntamiento de la capital tinerfeña, que ya era suyo lustros antes de que CC siquiera fuera una idea tan descabellada como exitosa.
Seguramente, lo que más sorprende a los coalicioneros es observar cómo tantos rivales políticos entienden, no ya plausible sino necesario, aunar fuerzas para desalojarlos del poder, y que semejante operación halle tan notable apoyo entre la ciudadanía, desde donde incluso se jalea con entusiasmo (y cierta crueldad, todo hay que decirlo) este adiós el régimen.
Seguro que llegará el momento en que, vueltos a la realidad, se comprenderá en el seno de Coalición Canaria como un rotundo fracaso de su pretendida regeneración generacional, protagonizada por políticos a los que, día sí y día también, la gente señala con rabia porque nunca han tenido que ganarse la pella de gofio en la selva que es hoy el mercado laboral. Líderes con pies de barro, sin oficio conocido, que se mezclaron con la inevitable creación de las redes clientelares propias de un partido con tanto poder y tan prolongado. Esa organización que exigía, como salvoconducto para entrar en la misma, fidelidad, un concepto mucho más oscuro e inquietante que el de la lealtad.
Demasiadas muertes civiles por el camino de quienes osaron importunarles en los días de vino y rosas, demasiados problemas con la corrupción, demasiado carnaval para un pueblo al que, como a todos, se le puede engañar durante un tiempo, pero nunca todo el tiempo.
Quedan para el recuerdo imágenes de por qué acaba tan mal la fiesta de CC, como la de todo un presidente de Canarias que no dimite a pesar de estar imputado por un caso al que pretende restar importancia asegurando que se trata de un “asunto administrativo”, pero para cuya defensa contrata al abogado del mismísimo Cristiano Ronaldo.
Ahora, más de 200 cargos de confianza (solo en el Gobierno de Canarias) recogen sus despachos en una imagen que conmueve a los más sensibles y aplauden los más drásticos, dado que no se trata del normal relevo democrático, sino que hay mucha gente que, dadas las canonjías que ahora pierden, se tiran de los pelos porque no hay mucho a dónde ir en esta tierra donde la desigualdad y la pobreza avanzan a la par que la enésima mentira propagandística sobre logros que nunca terminan de llegar. Aquí, donde se desloman las camareras de piso porque las plusmarcas en llegada de turistas se cargan sobre sus espaldas, pero nunca en sus nóminas.
Ahora, CC se adentra en su particular terra ignota, la de hacer política sin acceder a más presupuestos que los de sus aldeas galas, léase ayuntamientos como Granadilla de Abona, La Orotava y Telde. Mientras se intenta negar la evidente crisis interna a la que se ve abocada esta organización (que siempre será más grave y duradera cuanto más se tarde en afrontarla), veteranos como José Miguel Barragán y Ana Oramas ya toman posiciones hablando de un necesario relevo en la dirección del partido, cuando en realidad la pérdida de referentes históricos como José Miguel Ruano, Marcial Morales y José Luis Perestelo empezó antes incluso de las elecciones, mientras que el futuro del propio Clavijo sigue en veremos, ya sea por su complicado historial judicial (Corredor, Grúas, Reparos), ya por los evidentes errores cometidos a la hora de jugar sus bazas negociadoras frente al llamado Pacto de Progreso.
Antaño, CC siempre supo manejar a su antojo a PSOE y PP, pero no todos saben hacerlo, y en realidad, si CC no mantiene hoy buena parte de su poder es porque líderes como Patricia Hernández (PSOE) y Asier Antona (PP) han vivido en carne propia sus traiciones, cuando no las humillaciones realizadas gracias al sempiterno desconocimiento de la realidad isleña que suelen presentar las direcciones estatales de ambas formaciones.
Pero nada es para siempre, y si Coalición Canaria no actúa en consecuencia de su fracaso, ya surgirá otro proyecto, de obediencia local y en el que quepan todos, conservadores e izquierdistas, insularistas, regionalistas e, incluso, algún nacionalista. Pero los actuales dirigentes y cargos públicos a partir de mañana empezarán a no acudir a sus despachos.
COALICIÓN CANARIA
Nacimiento. Aunque es lícito relacionar a Coalición Canaria con los insularistas de las AIC (y, en alguna Isla, hasta con el tardofranquismo) lo cierto es que Coalición Canaria nació en 1993 gracias a una moción de censura que logró unificar a varios partidos nacionalistas, insularistas, de izquierda y conservadores canarios.
Éxito. Aunque lo previsible era que semejante amalgama no cuajase, los primeros años de Coalición Canaria son los de una historia de éxito, hasta tal punto que serían insularistas de ATI como Manuel Hermoso quienes contribuyesen decididamente a postergar el entonces pujante pleito insular, que tanto retraso siempre produjo en las Islas
El relevo bueno. Relegados los fundadores y aunque el tándem Adán Martín-Román Rodríguez acabó en divorcio, lo cierto es que Coalición Canaria sí supo sobrevivir al primer relevo generacional que afrontó. Llegaron a tener grupo parlamentario propio en el Congreso, y la llegada de Paulino Rivero incluso acabó con la inestabilidad en el Gobierno de Canarias.
El fracaso. Mucho peor les fue el siguiente relevo. Fernando Clavijo giró notablemente el partido hacia la derecha, pese a que asuntos como las Torres de Vilaflor, el Puerto de Granadilla o Las Teresitas iban acumulando un resentimiento popular que Rivero quiso compensar cambiando al PP por el PSOE como aliado de referencia. El resultado ha sido el que nunca: la derrota
Por TINERFE FUMERO