El buque oceanográfico ‘Ángeles Alvariño‘ está a tan sólo tres días de cumplir un mes desde que inició las labores de búsqueda de Anna, Olivia y Tomás Gimeno en aguas de Tenerife, treinta días en los que ha logrado lo que muchos consideran un “milagro”, como puede ser el hallazgo de la mayor de las niñas a 1.000 metros de profundidad.
La posibilidad de que este buque se sumase al dispositivo de búsqueda se produjo por primera vez el pasado 17 de mayo, veinte días después de la desaparición de las niñas y su padre. Fue la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, quien anunció que se estaba en conversaciones con el Instituto Español de Oceanografía (IEO) para poder contar con sus medios de rastreo.
En este sentido, el ‘Ángeles Alvariño’ contaba con un sonar de barrido lateral, un aparato que usa la propagación del sonido bajo el agua para obtener imágenes digitales de la superficie del fondo marino, y el robot ROV Liropus 2000, capaz de recuperar objetos en el mar hasta los 2.000 metros de profundidad; dos elementos tecnológicos usados por primera vez para la búsqueda de personas y que han resultado vitales en el transcurso de la investigación.
Finalmente, el barco partió del puerto de Vigo, rumbo a Tenerife, el 23 de mayo. Tras hacer escala en la bahía de Cádiz, llega por fin a la isla seis días después, el sábado 29, realizando los primeros barridos del fondo marino para tratar de encontrar alguna pista sobre el paradero de las niñas y su padre el lunes 31.
La zona de búsqueda abarcaba desde la Marina Deportiva, donde Tomás Gimeno tenía atracada su lancha, hasta la costa de Añaza, siguiendo siempre el rastreo del teléfono móvil del padre de Anna y Olivia; una amplia zona donde se alcanzan profundidades superiores a los 1.000 metros y con gran dificultad por la orografía propia del fondo marino de las Islas.
Pese a todo, cuando se cumplía poco más de una semana de las labores de rastreo, el ‘Ángeles Alvariño’ obra por primera vez lo que se creía imposible. Halla una funda nórdica y una botella de buceo que resultaron ser propiedad de Tomás Gimeno, tal y como confirmaba entonces la directora general de la Guardia Civil. Dos días después consigue lo que muchos creían un “milagro”; encontrar a 1.000 metros de profundidad, a unas tres millas de la costa, el cuerpo sin vida de Olivia, de seis años.
Desde entonces, el buque del Instituto Español de Oceanografía (IEO) ha prorrogado hasta tres veces su estancia en la isla, gracias a las gestiones realizadas por la Delegación del Gobierno en Canarias y las súplicas de Beatriz, madre de las niñas, que obtuvieron la respuesta del propio presidente Pedro Sánchez, quien puso todos los ministerios del Gobierno a su disposición.
A pesar de sufrir dos averías y varias paradas técnicas, el buque oceanográfico continúa hoy sábado rastreando el fondo marino tratando de encontrar a Anna y Tomás, sobre todo después de hallar esta misma semana a 1.500 metros de profundidad, a unas cinco millas de la costa, dos pequeñas botellas de oxígeno, también propiedad de Tomás Gimeno, que según las hipótesis que maneja la Guardia Civil pudieron ser utilizadas para quitarse la vida.
Mientras el ‘Ángeles Alvariño’ continúa desarrollando su trabajo, la Guardia Civil trata de encontrar otros medios tecnológicos que puedan sustituir al barco una vez retome las labores propias del Instituto Español de Oceanografía, como puede ser un submarino. De hecho, el Cabildo de Tenerife ya ha propuesto utilizar el submarino privado ‘Piscis VI’, que es el que mayor profundidad es capaz de descender en el mundo, alcanzando los 2.180 metros, y que se instaló en la isla el pasado mes de febrero.