La adaptación al ecosistema del pino canario lo ha hecho resistente a incendios y erupciones, su evolución ha venido de la mano de estas últimas, y consecuencia de ello es que ya se puedan apreciar los primeros brotes verdes entre algunos individuos cercanos al volcán de La Palma.
Procedente del ecosistema mediterráneo, desapareció de Europa con la finalización del periodo terciario, cuando la actividad volcánica en el continente cesó y solo quedó «allí donde había zonas en las que se mantenía el volcanismo activo, ha explicado a EFE Luis Alfonso Gil, biólogo y doctor ingeniero de montes.
El también catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) ha especificado que la existencia de tejido parenquimal en el interior del tronco implica un coste metabólico mucho mayor que los pinos ibéricos, con lo que su supervivencia ha quedado ligada a aquellas zonas con mejores condiciones meteorológicas como las Canarias, incluso después del cese de la actividad volcánica.
Estas células parenquimáticas, axiales ya que se encuentran en el eje de lo que es el tronco principal y las ramas primarias, son «exclusivas de este pino y están muy bien adaptadas a lo largo de más de doce millones de años de erupción entre volcanes», tal como también ha asegurado a EFE el investigador del CSIC Manuel Nogales.
Según sus propias palabras, «lo que estamos pudiendo observar con esta erupción es que este pino está bien adaptado a lo que son las erupciones volcánicas y por ende también aguanta los incendios forestales».
Sin embargo, tanto el investigador del CSIC como el catedrático de la UPM coinciden al afirmar que los fuegos naturales en Canarias no son algo muy extendido ya que los rayos, causantes de los mismos, suelen venir acompañados de mucha cantidad de agua y «no es lógico pensar que hubiera grandes incendios naturales» en las islas.
En el caso del volcán de Cumbre Vieja, que Manuel Nogales ha insistido en empezar a denominar «volcán de Tajogaite» puesto que comenzó en la hoya que lleva el mismo nombre, la extensión de pinos afectados ha sido «bastante diferente».
Por un lado, la superficie más afectada por los piroclásticos o materiales sólidos expulsados por el volcán abarca desde un kilómetro hasta kilómetro y medio de extensión alrededor de este; por el otro, la emisión de gases «es lo que más ha afectado al pinar» y ha terminado provocando clorosis, una pérdida del color verde de los árboles, que se han teñido prácticamente de marrón.
Dicha clorosis afecta por el norte a un kilómetro o kilómetro y medio, pero por el sur llega a los ocho kilómetros debido a que «los vientos alisios reinantes vienen del noreste y se han llevado esos gases tóxicos hacia el sur», según ha explicado Nogales, quien ha aclarado que «el pinar del sur está muchísimo más afectado que el del norte».
En el caso de los pinos afectados por piroclásticos, se pudieron apreciar brotes verdes desde el 18 de diciembre en aquellos situados en el mismo borde de uno de los cráteres, según ha informado a EFE Ángel Palomares, director del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, en La Palma.
Se trababan de pinos que «se habían quedado sin ramas, casi sin corteza», pero que no murieron, ya que los que se vieron afectados directamente por las coladas no lograron sobrevivir.
El director también ha explicado que los primeros rebrotes después de la calcinación son hojas sencillas, de hasta cuatro centímetros y de un color «glauco, un gris azulado», mientras que «a partir de los ocho meses empiezan a echar brotes definitivos», de tres hojas o acículas.
La existencia de tres acículas por braquiblasto es otro rasgo diferenciador de este pino con respecto a los peninsulares, que normalmente tienen dos; además, es un pino más alto que puede llegar a alcanzar los 60 metros de altura, según ha especificado Palomares.