La erupción del volcán en Cumbre Vieja, en La Palma, podría durar de una a varias semanas, pero probablemente no más de un mes y con alta probabilidad no provocará un maremoto o ‘tsunami’, según el experto vulcanólogo del Ilustre Colegio de Geólogos (ICOG), José Luis Barrera.
Barrera ha explicado a Europa Press que es muy difícil precisar la duración de la salida de magma, pero teniendo en cuenta la tipología del volcán, cómo se está desarrollando y la duración de erupciones anteriores, «no será muy larga, de entre días y semanas, como mucho puede estar en torno a un mes».
El experto en vulcanología descarta la posibilidad de que se vaya a producir un tsunami si la lava llega al mar porque el volumen de lava «no es excesivo», son erupciones estrombolianas, «pequeñas» que, «como mucho» pueden matar algún pez, pero no provocarán un tsunami.
«No tiene volumen suficiente para crear una ola. No es una ladera que se rompe. Esto no es Indonesia», compara Barrera, que opina que apuntar a que vaya a producirse un tsunami es «sensacionalista» pero que probablemente no va a ocurrir.
En concreto, la lava que está saliendo viene del manto superior que está bajo las islas de El Hierro, La Gomera y La Palma, a unos 14 o 15 kilómetros bajo el manto superior, frente al territorio continental, donde el manto superior se halla a unos 35 kilometros de profundidad respecto a la superficie.
Lo que sí puede ocurrir es que, como ya ha sucedido en el pasado, es que la isla gane superficie si la lava llega al mar.
En cuanto a la evolución de la actividad sísmica, expone que esto dependerá de cómo se mueva el magma a través de las actuales ocho bocas, ya que si sigue pulsando seguirán los terremotos y si no, irá aminorándose. No obstante, destaca que estos han sido de nivel medio, pues apenas han superado la magnitud 4 en la escala Ricther.
Lo que quedará para siempre, según expone el geólogo, es la afección morfológica del terreno, con los nuevos conos y grietas que se han abierto y por las coladas que están bajando por las laderas y que, de mantenerse con la actual intensidad llegarán al mar, «como ocurrió en la erupción del Teneguía en 1971».
Asimismo, Barrera lamenta la afección a bienes como casas y campos de cultivo, ya que las coladas magmáticas bajan a unos 1.100 grados centígrados. «Las casas desaparecerán por completo, a esa temperatura, todo queda fundido en el interior, y hay familias que ya han perdido sus viviendas. Eso es irrecuperable», destaca.
El experto del ICOG reclama, desde un punto de vista social, que tras las promesas lleguen realmente las ayudas para la población que ha perdido su casa, sus campos, viñas, plataneras y, a ese respecto, recuerda que todavía quedan desplazados del terremoto de Lorca en 2011 que aún no han recibido ayuda.
Por otro lado, ha precisado que los gases que expulsa el volcán llegan a unos 500 metros de altura, lo que confirma que no es una erupción «súper explosiva» y las cantidades que está emitiendo son «moderadas», de modo que se dispersará con facilidad en el aire.
«Lo bueno» es, según el experto que el viento lleva esos gases hacia el sur en vez de al noreste, donde se encuentra el aeropuerto, ya que obligaría a cerrarlo y dificultaría la gestión de la emergencia.
«En todo caso, estos gases no se van a quedar circulando por el hemisferio norte durante un año, como ocurrió en otros casos como la erupción del Cracatoa», insiste.
SIMILAR A LA DEL VOLCÁN SAN JUAN
Finalmente, ha subrayado que la actual erupción se está comportando como la del volcán San Juan, que ocurrió el 24 de junio de 1949, cuando las coladas llegaron a las plataneras y a las costas del sur. «Está teniendo las mismas pautas», indica Barrera, que añade que en la isla se han registrado siete erupciones históricas, a la que se suma la actual, en los últimos ocho años.
De la erupción del San Juan en 1949 pasaron 22 años hasta la siguiente, la de Teneguía (1971) de la que el próximo mes se cumplirán 50 años, recuerda el geólogo que destaca que hay personas en la isla que habrán vivido estos tres grandes episodios volcánicos. Con ello, quiere decir que la actividad vulcanológica de Canarias está viva y no se produce cada 2.000 años, sino que las erupciones se dan con relativa frecuencia.