Noche del 27 de abril a las 23.15 horas. Tomás Gimeno regresa a la Marina de Santa Cruz de Tenerife en su lancha tras, presuntamente, arrojar a sus hijas, Anna y Olivia, al mar. El filicida vuelve porque necesita cargar su teléfono móvil.
El barco es pequeño, de seis metros de eslora, y con un pequeño camarote en la proa. Llegando al punto de amarre tiene un encuentro inesperado: se topa con una embarcación del Servicio Marítimo de la Guardia Civil. Los agentes le dan el alto y le ordenan que atraque su barco. Una vez allí, proceden a sancionarle por incumplir el toque de queda, que por aquellas fechas seguía vigente.
La Benemérita le pide la documentación a Gimeno, que necesita ir al coche a por ella. El trámite procede con total normalidad. El presunto asesino de sus hijas les dice a los agentes que va a dormir en la embarcación. No obstante, 45 minutos antes de este episodio, Beatriz Zimmerman, madre de las niñas y expareja de Gimeno, había hablado con él por teléfono desde el cuartel de la Guardia Civil, después de que Tomás le dijera que no volvería a ver a sus hijas. Es más, hasta un agente habló con Tomás para disuadirle de hacer una locura.