En Trevejos, al que podríamos denominar el Falcon Crest de Tenerife, aparte de enormes viñedos y pinares, hay una pequeña finca, que nada tiene que ver con las grandes explotaciones de las familias Domínguez, Alfonso y Tavío, que se ha ganado la distinción de original.
No lo es por su vino o sus frutales ecológicos, ni por estar situada casi dentro de un pinar, sino por su singular hospedaje como turismo rural. En Cueva Los Almendros no hay recepción ni bufé, ni números en las habitaciones. Sólo hay dos cuevas de origen guanche, de donde se extraía jable, y enormes barriles de sidra para dormir; sí barriles de sidra traídos de Asturias donde cabe una cama de matrimonio y una mesilla de noche, con un enorme ventanal para apreciar las espectaculares vistas de buena parte de Trevejos y abajo, el municipio de Arona hasta la costa. Y todo con aire acondicionado o calefacción, según la necesidad del usuario, gracias a la energía de 19 placas fotovoltaicas que generan la energía necesaria para toda la finca.
Una estampa que también se puede ver desde su singular piscina, reclamo de los visitantes que con sus selfies han convertido a Cueva Los Almendros en un reclamo de influencers de toda España e incluso de Europa, pese a la restricciones de viajes por la pandemia.
Inicialmente, el luxemburgués Roger Kamp compró la finca de tres mil metros cuadrados, con dos cuevas en su interior, con la idea de dedicarla al disfrute familiar, pero después de casi veinte años rehabilitándola, en julio del año pasado, poco después de salir del estado de alarma, decidió alquilarla por días, toda completa, “para familias de seis u ocho personas, pero también para parejas que buscan la tranquilidad y el sosiego del lugar”, afirma Roger, que siempre se deja algún día para poder disfrutarla él o para “seguir trabajando en ella, porque siempre hay cosas que hacer”, señala junto a su hija Xenia, a quien se le ve encantada en un paraje tan idílico.
Y no le será fácil disponer de días para esos trabajos, porque la finca está reservada hasta el mes de octubre, pese a la ausencia de turismo extranjero y nacional. “Mis clientes -dice Roger- son el 90% canarios y estoy encantados porque “dejan la finca impecable, divinamente bien, y además he hacen una publicidad gratuita a través de las redes sociales, el único medio que utilizo para admitir reservas, no estoy en ningún buscador ni en ninguna agencia”, afirma.
En estos ocho meses que lleva abierta Cueva Los Almendros como turismo rural, se han dado anécdotas curiosas, como “una chica que fue trasladada por su novio desde Candelaria hasta aquí para celebrar su cumpleaños con un antifaz y se lo quitó cuando estaba enfrente de la barrica u otra mujer que vino embarazada con un fotógrafo profesional a iniciar el book de su futuro hijo”.
Anécdotas que se suman al interés que han mostrado por la finca cadenas de televisión para hacer spot publicitarios o incluso la posibilidad de rodar un reality show. Lo último es que en breve vendrá la Radio Televisión de Luxemburgo (RTL) para grabar a Roger Kamp para el programa Luxemburgueses en el mundo. “Supongo que querrán grabarlo aquí”, comentó sonriendo, mientras nos invitaba una copa del espectacular vino ecológico que cosecha, a la altura del nombre de Trevejos.
Las barricas
La finca sorprende por su espectacular ubicación en una atalaya donde se divisa al norte Vilaflor y su cumbre, al Este los inmensos viñedos de Trevejos, al Oeste un pequeño monte de pinares y al Sur, el municipio de Arona hasta la costa. Pero aparte de la excelente decoración y confortabilidad de las dos cuevas y las tres habitaciones con las que cuenta en su interior, el mayor reclamo de Cueva Los Almendros es poder dormir en una gran barrica de sidra, con capacidad para 20.000 litros, de 1.70 metros de largo por 2,50 de barriga. “Conocían que estas enormes barricas se reutilizaban en México y Alemania y siempre quise traer una. Hoy tengo tres traídas de Asturias y pronto espero conseguir otra más grande para que puedan caber también una cocina y un baño”, porque admite que “los que vienen hacen la vida en cueva, en la piscina o en la barbacoa, porque la barrica al final se queda para la fotografía o para dormir y levantarse con la luz del amanecer que entre entre los pinos”, relata Roger Kamp, mientras paseamos por un pequeño sendero en el interior de la finca plagadas de especies autóctonas, frutales y sobre todo almendros todavía en flor, esos que le dan nombre a tan singular enclave en el Falcon Crest tinerfeño.
La compró hace 20 años por 900.000 pesetas
Roger Kamp llegó junto a su padre en 1975 a Tenerife en un velero de 30 metros, donde vivían en Luxemburgo. Su padre se arruinó en la Isla, pero le traspasó a su hijo la destreza con las herramientas -”era capitán naval y una manitas”, dice- y gracias eso, “dado que no fui buen estudiantes, pude dedicarme en en el Sur al servicio técnico de bares y restaurantes”.
Hoy lleva además un billar en Puerto Colón, pero desde hace 20 años de se vive por la finca y cuevas que compró, casi por casualidad, “a un señor que vende lotería en Los Cristianos, que me la ofreció por 900.000 pesetas”.
Con el dinero ahorrado fue rehabilitando aquella finca abandonado y la gran cueva -hoy parecen dos- para pasar los fines de semana con los amigos. “Todos mis amigos me decían que bonito, que espectacular, entonces me puse un reto: la voy a alquiler a ver si dicen lo mismo. Y reto superado, todos siguen encantados con la finca”.