El día en que se llevó a sus hijas y las hizo desaparecer sin dejar rastro, Tomás Gimeno envió un paquete a su pareja con una misteriosa nota, algo que cuando ella lo recibió incluso se le antojó romántico para ese día. La nota indicaba de forma taxativa que el paquete no podía ser abierto hasta las 12 de la noche. No había excusa o excepción para que la joven rompiese antes el envoltorio. Ella obedeció y cuando sonaron las campanadas rasgo el paquete. No era una rosa, no era un anillo de pedida ni tampoco un libro: era un fajo de billetes, varios miles de euros. Se los dejaba porque él iba a desaparecer para siempre y jamás volverían a verse. Era el último detalle de su amor. Así, lo está comentando el entorno más cercano de la mujer.
Esta es una de las hipótesis que contemplan los investigadores de Madrid es que Tomás, padre de Anna y Olivia, las menores desaparecidas en Tenerife, regresase a puerto a por un cargador, cuando se le acabó la batería, porque esperaba la lógica llamada de su pareja a las 12 de la noche tras abrir el paquete, para preguntarle por qué le mandaba dinero. En esa llamada, Gimeno probablemente pretendía decirle que la quería y que no le quedaba más opción que desaparecer, pero es solo una hipótesis porque solo él sabe por qué regresó a puerto.
La investigación continúa intentando esclarecer y localizar a las pequeñas Anna y Olivia. Además, La Guardia Civil ha finalizado el rastreo con perros de la vivienda y la finca de Tomás sin pruebas concluyentes.
También se han incorporado dos perros al rastreo de las propiedades del padre de las niñas.