Hoteles cerrados, avenidas sin tráfico, terrazas semivacías y tiendas que ofrecen descuentos de hasta el 50% son algunas de las impactantes imágenes de la crisis en las principales zonas turísticas; comercios, cafeterías y restaurantes se asoman al abismo
Hace un año, una docena de ponentes, entre expertos, empresarios, sindicatos y cargos públicos regionales e insulares, entre ellos los alcaldes del Sur, planteaban, en un foro organizado por la Fundación DIARIO DE AVISOS, reflexionar sobre la capacidad de carga turística y de vehículos en la comarca y reivindicaban mejoras en las vías públicas, soluciones a los atascos de tráfico, promocionar a las Islas en mercados como el asiático y el norteamericano e impulsar la creación de una aerolínea canaria con capital privado para mejorar las conexiones con los países emisores.
Eran los desafíos que ponían sobre la mesa los representantes públicos y privados del sector en nuestra vida anterior, apenas un mes después del varapalo propiciado por la quiebra del turoperador británico Thomas Cook, que liquidó gran parte de las expectativas de los hoteleros el pasado invierno. Entonces parecía la peor noticia posible para un Archipiélago acostumbrado a recibir más de 15 millones de turistas al año. Y lo era, justo en las puertas de la antesala de la temporada alta, porque a nadie se le pasaba por la cabeza la extraordinaria debacle que en ese momento comenzaba a doblar por la esquina.
Hoy, un año después de aquel debate, el escenario no tiene nada que ver. Tampoco las reivindicaciones. Casi el 80% de la planta hotelera permanece cerrada en Canarias y las ocupaciones en los establecimientos abiertos no llegan ni al 20%. Una realidad que arrastra hasta el abismo a un sinfín de pequeños comercios que pululan en torno al sector turístico.
Aquella escala de prioridades dibujada en el foro de DIARIO DE AVISOS se ha transformado hoy en un manual básico de supervivencia, un grito de auxilio para intentar mantenerse a flote en medio de la tempestad a través de la prórroga de los Expedientes de Regulación de Empleo, la realización de pruebas en los aeropuertos para detectar posibles contagios por Covid y la apertura de corredores aéreos con los principales países emisores de turistas, entre otras medidas de reanimación.
Todas las alarmas se han encendido en el Sur. No hay más que darse una vuelta por sus principales zonas turísticas para contemplar la imagen de la hecatombe económica. La mayoría de hoteles cerrados, otros semivacíos, calles céntricas donde se consigue con facilidad aparcamiento, la autopista y los accesos a los principales núcleos sin atascos de tráfico, paradas de taxis sin apenas rotaciones, paseos marítimos con menos transeúntes que nunca y playas sin el bullicio característico de los bañistas. Ese es el paisaje insólito que ofrecen Los Cristianos y Playa de Las Américas, núcleos de los que han desaparecido los coches de alquiler y las guaguas por fuera de los hoteles para dejar o recoger turistas.
“ME NIEGO A VERLO”
“Da sentimiento, es penoso, tétrico, me niego a verlo, por eso cada mañana abro y me encierro en mi local sin mirar demasiado a mi alrededor”, explicó a este periódico Francisco Javier Velázquez, propietario desde hace casi 12 años del bar pub El Escondite, un emblemático establecimiento con terraza a escasos metros del gran hueco que dejó el derrumbamiento del edificio Julián José, en Los Cristianos, en el que perecieron siete personas el 14 de abril de 2016. “De los mil millones de edificios que hay en el mundo se vino abajo el que estaba justo enfrente de mí, y ahora, encima, viene la pandemia”, lamentó el empresario tinerfeño.
“La gente tiene que venir al Sur para ver lo que está pasando, porque es una imagen dantesca. En mi caso no sé si llegaremos a final de año, porque estoy perdiendo dinero”, confesó Velázquez, que actualmente factura un tercio del promedio de ventas habitual. La caída del turismo ha supuesto un mazazo para un local frecuentado por una clientela en su gran mayoría, hasta el 90%, extranjera. Los consumidores locales y “algunos jubilados belgas, alemanes e ingleses que tienen sus apartamentos aquí y que se están empezando a dejar ver”, mantienen el negocio con un hilo de vida.
Pese a todo, y aunque “como pequeño empresario me siento desangelado porque los políticos, ni los de aquí ni los de allá, dan la talla”, Francisco Javier Velázquez confía en una remontada casi milagrosa. “Soy canario y me aferro a este clima que tenemos para no perder del todo el optimismo”, aunque destaca la “tremenda competitividad” existente en la zona meridional de la Isla. “En el Sur somos diferentes, porque tenemos la obligación de batirnos el cobre con gente muy preparada que viene de fuera”, explica, mientras responde uno a uno a los saludos de la mayoría de transeúntes que pasan por fuera de su local, muchos de ellos en dirección hacia el entorno de la iglesia, que presenta una mayor animación con tertulias de mayores sentados sobre un pequeño muro y conversaciones en terrazas en las que predomina el idioma italiano.
“HAY DÍAS EN LOS QUE NO VENDES NADA”
La mayoría de vendedores en las tiendas de souvenirs, tanto en Los Cristianos como en Playa de Las Américas, esperan a las puertas de sus locales la llegada de algún cliente. Unos lo hacen sentados, otros de pie sin quitar ojo a la izquierda y la derecha de la acera para saludar con un efusivo “buenos días” a cualquier viandante que se mueva por la zona, tenga o no aspecto de turista. “Hay días en los que no vendes nada, ni un sombrero, ni unas gafas, ni una camiseta, ni siquiera un imán de nevera”, contó a este periódico uno de los vendedores que prefirió omitir su nombre. “O mucho cambian las cosas en poco tiempo, o tendremos que bajar la persiana, porque esto no se resiste mucho más, tenemos gastos que pagar”, explicó.
La estampa más impactante del Sur es la de la Milla de Oro, en Playa de Las Américas, área urbanística que acoge firmas comerciales de reconocido prestigio internacional. Joyerías, perfumerías y restaurantes orientados a una clientela selecta cerrados a cal y canto, y en sus alrededores supermercados y tiendas de regalos y artículos de playa que intentan sobrevivir a duras penas ofreciendo descuentos de hasta el 50% en sus productos, a la espera de que reaparezca en el cielo una hilera de aviones cargados de turistas enfilando la pista del aeropuerto Tenerife Sur.
Conseguir aparcamiento en esta zona ha dejado de ser una misión imposible, porque el tráfico se ha reducido a la mínima expresión. Incluso hay momentos en los que se pueden contemplar las avenidas céntricas sin vehículos. Los pocos turistas se concentran a media mañana en torno al paseo marítimo. Algunos caminando y otros en alguna terraza mientras contemplan el espectáculo de los surfistas cabalgando sobre las olas en Playa Honda.
Sergio, propietario de una dulcería en Los Cristianos, afirma que ahora, sin turismo, ya no puede vender a los hoteles y tan solo despacha en un día “diez cafés y cuatro dulces entre el vecindario”, lo que le lleva a calificar de “insostenible” la actual situación. “Ojalá se puedan salvar los muebles de la temporada de invierno, pero no será fácil”, señala.
Manuel, camarero, atiende una de las cafeterías de Los Cristianos que también ha registrado un notable descenso de su caja. Señala que desde mediados de septiembre, con el fin de las vacaciones para la mayoría de veraneantes locales y nacionales, se ha notado un “gran bajón” y cruza los dedos, para que los gobiernos alemán y británico abran la mano y se reanude cuanto antes el flujo de pasajeros desde estos dos países. Pero también se acuerda de los políticos “españoles y canarios”, a los que lanza un último recado: “Que se pongan las pilas y dejen de tirarse los trastos unos a otros”. Recuerda que en ello “nos va la vida”, esa que acabamos de estrenar con nuevas normas, prevenciones y temores.