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Guardias civiles evitan que una madre se desangre en la TF-1 y salvan al bebé

Dos agentes lograron que Oxana, hoy madre feliz, fuera atendida a tiempo en la Candelaria, evitando que se desangrase y perdiera a su bebé en la TF-1. “Cinco minutos más tarde habría sido fatal”
En el centro, la feliz madre, Oxana; detrás de ella, su marido y padre de Sofía, Pavel, y la hija de ella, Catherine; a los lados, los guardias civiles Christian Chinea (i) y Javier Merideño. Fran Pallero
En el centro, la feliz madre, Oxana; detrás de ella, su marido y padre de Sofía, Pavel, y la hija de ella, Catherine; a los lados, los guardias civiles Christian Chinea (i) y Javier Merideño. Fran Pallero
En el centro, la feliz madre, Oxana; detrás de ella, su marido y padre de Sofía, Pavel, y la hija de ella, Catherine; a los lados, los guardias civiles Christian Chinea (i) y Javier Merideño. Fran Pallero

“Si no fuera por ellos, habría perdido a mi bebé”. Es la primera frase que pronuncia Oxana Mulyukova, una madre que lleva más de tres semanas sin despegarse de su pequeña Sofía, aún ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos por unos problemas respiratorios, si bien está fuera de peligro. La propia madre corrió serio riesgo. Desde que le dieron el alta hospitalaria cinco días después del nacimiento de la pequeña, esta mujer recorre día sí y día también la autopista del Sur (TF-1), la misma donde providencialmente se cruzó con los guardias civiles del Destacamento de Tráfico, Javier Merideño Maestre y Christian Chinea Hernández. Estos dos héroes, ayudados por la pericia profesional de los especialistas de la Candelaria, fueron quienes evitaron una terrible tragedia al despejar el camino de la parturienta, que se desangraba en su coche mientras agitaba un paño blanco por la ventanilla. Junto a ella iba su desesperado marido, el también ruso, Pavel Baranov, que conducía todo lo rápido que podía a la par que intentaba mantener despierta a Oxana, cada vez más débil por la pérdida de sangre.

La placenta

“Pronto saldría de cuentas, pero ni por asomo pensábamos que seria aquel día”, inicia su relato esta mujer nacida en la ciudad de Pechora, en la Repubika Komi, situada al norte de Rusia. Oxana habla un excelente español, no en balde tiene la doble nacionalidad. Se le nota que hace mucho que llegó a Galicia primero y, desde enero de 2015, es vecina de Adeje. “Vivimos en el casco, pero ese día estábamos en Playa Paraíso. No creo que fueran aún las cinco de la tarde cuando sentí un dolor en la barriga. Primero pensé que era una contracción, pero de pronto vimos con horror que empezaba a sangrar. Y mucho”, explica esta mujer que trabaja como administrativa en una empresa del Sur.

Como luego le explicaron los ginecólogos de la Candelaria, a Oxana le había pasado algo poco frecuente, porque lo normal es que tenga lugar tras el parto. Se le había desprendido la placenta, lo que provoca una grave hemorragia que requiere de atención hospitalaria lo antes posible dado que pone en peligro tanto a la madre como al propio bebé.

Los asustados Pavel y Oxana recurrieron a su Seat Ibiza de color blanco para recorrer la distancia que les separaba de un final feliz: unos 85 kilómetros.

“Pavel conducía muy muy rápido, a unos 180 kilómetros por hora si le dejaban; a mí se me ocurrió lo de sacar un trapo blanco por la ventanilla, pero ni se pueden imaginar lo insolidaria que es la gente. Prácticamente nadie nos cedió el pasó, por mucho que les avisábamos con la pita, con las luces, con el trapo… Era terrible”, recuerda con evidente desazón Oxana.

Cuando la situación parecía que no tendría remedio, con una parturienta prácticamente desvanecida por la cantidad de sangre que había perdido y un tráfico cada vez mayor a medida que se acercaban a Santa Cruz de Tenerife, se produjo el milagro que más se necesitaba.

“Subíamos desde el Puertito de Güímar, que es el punto kilométrico 19 de la TF-1, y al incorporarnos vimos el Seat Ibiza circular a gran velocidad y haciendo señales. Al comprobar la gravedad de lo que sucedía, simplemente cumplimos con nuestro deber”, resume Javier Merideño con una modestia que le honra. Su sonrisa y la de su compañero, Christian Chinea, a la hora de posar con Oxana, Pavel y la primera hija de ella, Catherine, delata el legítimo orgullo que ambos sienten por este impagable servicio que han prestado a la sociedad.

“Cuando ellos aparecieron, yo apenas lograba ya mantenerme despierta”, continúa Oxana, cuyos recuerdos a partir de aquí se completaron con lo que posteriormente le contó el feliz padre, Pavel. “Sí recuerdo que hablaron con Pavel, y que me cambiaron de coche; me trataron muy bien y lograron que no me durmiera hasta que llegué al hospital”.

En realidad, los guardias se situaron al lado del Ibiza y, al ver lo que pasaba, le ordenaron al conductor que se detuviera en la primera ocasión que tuviera. Tras un rápido examen de la parturienta, optaron por la mejor solución: subirla al coche patrulla y poner rumbo hacia el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria.

Esta acertada decisión de los agentes, cuya pericia en la carretera fue puesta a prueba por el afán de imponerse a las manecillas del reloj en una carrera entre la vida y la muerte, tuvo la mejor de las recompensas. “La doctora nos dijo que, si llegamos cinco minutos más tarde, habría sido fatal”, dice la madre con una enorme sonrisa que le ilumina la cara. Los especialistas consultados confirman esa tesis: fue cuestión de minutos que Oxana no se desangrase y perdiera el bebé en la Autopista del Sur.

Urgencia vital

Desde el Hospital de la Candelaria, a cuyo personal hay que agradecer su colaboración a la hora de poder trasladar esta historia a los lectores de DIARIO DE AVISOS, también destacan la gravedad de la situación y la decisiva intervención de los guardias civiles.

Explica la doctora Lorena González Regal, una de las ginecólogas del equipo de guardia del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria que atendieron ese día a la madre, que “gracias a la participación de los agentes y a la coordinación de los profesionales de urgencias de maternidad, paritorio, quirófano, anestesia, ginecología y pediatría, se pudo atender con la mayor diligencia a esta mamá, tal y como requiere este tipo de urgencias vitales”.

Esos cinco minutos que resultaron trascendentales salvaron la vida de Oxana y su bebé, Sofía. Como se adelantó, la pequeña continúa en la UCI, donde los expertos de este centro hospitalario de referencia velan por su salud. El diagnóstico resulta esperanzador: su vida no corre peligro y, tal y como ayer nos informaba su madre, ha mejorado en los últimos días. Son estas buenas noticias sobre la salud de Sofía lo que al fin han dado vía libre a la publicación de esta bella historia, garantizado ya su final feliz.

“Ellos me salvaron. A mí y a mi pequeña”, insiste Oxana una y otra vez. “Nos encanta Tenerife, somos muy felices aquí y los dos tenemos trabajo, yo como administrativa y Pavel como autónomo.

A Catherine también le gusta mucho la Isla. Pero nunca hubiera imaginado que la gente no se apartase por la autopista, cuando estaba claro que se trataba de una urgencia. Prácticamente, ni un solo coche cedió el paso, y alguno hasta nos hizo gestos despectivos. Por eso fue fundamental que aparecieran estos dos ángeles, porque son ángeles, que han salvado a mi pequeña”, proclama con determinación esta madre.

“¿Sabe? La gente se confunde con estos guardias civiles de Tráfico, que están todo el día en la carretera y eso tiene su peligro. Muchos piensan mal de ellos y que solo están ahí para multar, pero yo sé que no es así, que ellos están para ayudarnos cuando tenemos problemas en la carretera”, reflexiona una madre emocionada que, hoy, como todos los días desde aquel 31 de agosto, vive pendiente de su adorada Sofía.

“Por favor -nos dice Oxana antes de despedirse- destaque a los guardias civiles. De verdad. Es que se lo merecen. Son unos héroes”.

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