EFIGENIA Y LA MERKEL

¡Cómo pasan los años! Parece que fue ayer cuando me incorporé a trabajar en la isla de La Gomera

¡Cómo pasan los años! Parece que fue ayer cuando me incorporé a trabajar en la isla de La Gomera. Fue mi primer destino profesional como ingeniero de montes, a finales de 1966. Solo tenía 24 años de edad y aun no me había casado. Era un villero contratado por el organismo autónomo PFE, responsable del patrimonio forestal estatal, que presidía Francisco Ortuño en Madrid y dirigía José Miguel González en Canarias. Llevaba pocos meses en la administración y fui destinado a compartir los montes consorciados en Tenerife y en la isla colombina. En La Gomera no eran muchos porque la mayoría de los montes eran municipales, de utilidad pública y además tenían la mejor vegetación de laurisilva de Canarias. Los consorcios no le hacían falta. No obstante Alajeró había sufrido un incendio años atrás y se había consorciado parcialmente para su regeneración, al igual que otras fincas públicas y privadas en la zona periférica de la gran masa forestal que en 1981 fue declarada Parque Nacional de Garajonay, y un lustro más tarde, en 1986, se incorporó a la Lista de Bienes Naturales del Patrimonio Mundial por la Unesco. Era el primero de España en conseguirlo.

Fueron los años en que conocí La Gomera repartida en cuadrantes aborígenes: Ipalan, Mulagua, Agana y Orone. En Las Hayas al matrimonio Manuel -Efigenia, entre otras familias gomeras. También a la de Conchita en Arurey a la de Guadalupe Niebla y Avelino en El Cercado, y a la de Luis en Igualero. Siempre me ha gustado contactar con los vecinos, con los ciudadanos que viven junto a los montes, y si además Efigenia era hermana del capitán Borges, con el que compartí en Hoya Fría los meses de prácticas en las milicias universitarias, con más razón aún.

La Hayas y la casa de comidas de Efigeniaen La Montaña se convirtieron desde el principio como cuartel general de la logística forestal. Entre otras razones por la ubicación y por la disponibilidadde las mesas y las sillas para las reuniones y atender el pago del personal que hacía don Antonio Martín, Ricardo que venía exprofesode Tenerife y León Sosa, cuando comenzamos la actividad forestal como Icona, una vez refundido todos los servicios relacionados con la naturaleza en un único organismo. Pero había también un horno espectacular donde degustaba los mejores cabritos del mundo, en términos gastronómicos. Todavía Pedro González no había apostado por las viñas de uva forastera ni por el vino ecológico de Tamagarda. No obstante Francisco (a) el Ciego Plata sí que pastoreaba con sus ovejas por la zona y los quesos eran un manjar. Eran los tiempos de la transición, no sólo política sino también de las comunicaciones. De emisoras y de barcos, cuando Fred Olsen inauguró el trayecto Los Cristiano- San Sebastián de La Gomera con su primer Benchijigua en el verano de 1974. Invité a mis padres a que vinieran a conocer la isla colombina pero les cogió un agosto caluroso que obligó a mi madre a descansar en casa de Efigenia por culpa de un golpe de calor que la tumbó en una cama junto a fayas celestiales que le deban un frescor inolvidable.

A partir de entonces las visitas de la familia a casa de Efigenia eran de obligado cumplimiento y se entabló una amistad con mis hermanos y mi hija Elena, la Isidorita de la familia Sánchez Jordán, que es difícil de olvidar. Como tampoco lo son las reuniones previas de las gentes de Icona cuando a mitad de la década de los años de 1970 comenzaron a entrar en efervescencia cuando iniciamos el expediente de declaración de Garajonay como Parque Nacional. Con técnicos y sociólogos, españoles y americanos, y de manera particular con el profesor Telesforo Bravo, otro asiduo de Casa Efigenia.

Ese es el punto flaco de la amiga Efigenia Borges, doña Efigenia para el mundo del turismo y la gastronomía, frau Borges para las familias alemanas aunque desconozco como la llama su amiga Ángela Merkel quien desde hace años se entusiasmó por venir a ejercitar la Resiliencia en tierra colombina, reflexionar acerca de los problemas europeos y mundiales, y superar las crisis de la vida caminando por los senderos de Garajonay, entre brezos y hayas, junto a viñátigos, entre laureles y acebiños, por debajo de helechos, disfrutando a veces,como le sucedió al botánico sueco Eric Sventenius, de la lluvia horizontal que le trae los vientos alisios desde el Atlántico, y en otras de la sinfonía de las aves y del agua que corretea por los barrancos de El Cedro.

Todo el mundo conoce a Efigenia, en las islas y por fuera. En Europa principalmente y en los Estados Unidos de América, por culpa de su gastronomía y de la impronta de calidad humana que le da a su vida cotidiana, por cuanto le añade unas gotas de humor gomero, de hospitalidad, de amabilidad, de generosidad, de mucha resiliencia. Se le nota cuando la escuchas por teléfono o en las radios españolas, o cuando sale en la televisión del mundo europeo. Me recuerda mucho a Gregorio Fuentes y a Juan Evora, por el rostro humano que aportan al paisaje de las islas, y asocias a los parques nacionales.

En los últimos años he podido acercarme a casa de Efigenia por razones de un libro sobre los Parques Nacionales de Canarias y por viajes de turismo. Con amigos y familiares. La más reciente fue en compañía de uno de mis hijos y de un matrimonio europeo, amigos del buen yantar, que descubrieron La Gomera profunda cuando les acompañé hasta el restaurante de Efigenia para degustar el puchero vegetariano de su cocina, acompañado de vino ecológico de Tamargada. Y de camino constatar los certificados de su excelente gastronomía por parte de periódicos europeos y norteamericanos.

Espero que la señora Merkel, conservadora, física y nuclear, no se enfade con Efigenia cuando compruebe que la foto más destacada que tiene colgada en su restaurante es la firma de la declaración del Parque Nacional de Garajonay cuando 1981, y no la de Catalina la Grande, la zarina rusa de origen alemán y amiga del venezolano Francisco de Miranda, hijo de canario, natural del Puerto de Orotava. ¡No pasa nada!

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