El Pino de Machín

En las inmediaciones del Camino de las Mimbreras, la espléndida que, nada más toca la superficie se bifurca en dos poderosos troncos gemelos que, desde abajo, anticipan la dimensión de su copa y la amplia superficie de sombra que procura

En las inmediaciones del Camino de las Mimbreras, la espléndida que, nada más toca la superficie se bifurca en dos poderosos troncos gemelos que, desde abajo, anticipan la dimensión de su copa y la amplia superficie de sombra que procura. Por fin, ha merecido la atención del Cabildo de La Palma que, en atención a una vieja demanda de los vecinos – nunca es tarde si se llega a tiempo – se ha comprometido a materializar un proyecto que garantice el cómodo acceso al lugar, lo señalice adecuada y estéticamente y, en suma, proteja el ejemplar de mayor porte de esta región atlántica. Cumplidas esas condiciones puede unirse a los numerosos incentivos que ofrece el Norte al turismo de naturaleza, que se ha asentado y cobra fuerza en La Palma y es una de las alternativas más razonables a los propósitos del desarrollo sostenible que propugnan, de modo claro, la práctica totalidad de las fuerzas políticas. Me cuenta un viejo amigo de Barlovento, y sostiene su relato en la memoria de sus mayores que, desde hace más de un siglo, la envergadura y diámetro del Pino de Machín – ese es nuestro protagonista con nombre y apellido – eran ya conocidos por viajeros curiosos y técnicos desplazados al lugar por trabajos específicos, informaciones para el catastro y levantamientos topográficos. Incluso comenta, con socarronería, las comparaciones y disputas con el Pino Gordo de Vilaflor, “que incluso salieron en los periódicos y que el tinerfeño, aún siendo magnífico, no alcanza ni los once metros de diámetro ni, tampoco, las proporciones del que se alza cerca de uno de los tomaderos de agua que sirven a la Laguna de Barlovento; y que hoy, tras mediciones verificadas, es el mayor de los conocidos en los cinco archipiélagos de este cuadrante atlántico”. La necesidad de esta obra está justificada en las demandas de los vecinos – gracias a cuyas propuestas la ha considerado y promovido la corporación insular – y en la venialidad de su actuación que se concreta – o debe concretarse – en el acondicionamiento del sendero, tanto en la traza como en la utilización de los materiales; en todo caso, tendrá que ser un proyecto respetuoso con el hermoso entorno donde se alza, sin invenciones ni alardes innecesarios que, por lo general, no mejoran sino que, en la mayoría de los casos, desvirtúan y perturban los valores y atractivos de la naturaleza. La última vez que estuve en ese sugestivo paraje fue en circunstancias trágicas; durante un gigantesco incendio que afectó la cornisa de noroeste y los municipios inmediatos pero que, por fortuna, no amenazó a este árbol que, tres décadas después, se hará accesible y se pondrá en valor.

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