Indecente teatrillo

Casi todos los actores que salen ahora a escena en el teatrillo son nuevos, o al menos lo parecen. Del recién estrenado elenco se espera mucho entre el público que ya ocupa expectante el patio de butacas. En estos días parece que ha renacido el interés por este noble arte dramático, por la declamación, por las expresiones artísticas sobre las tablas, la impostura profesionalizada y el pulso de la actuación en directo

Casi todos los actores que salen ahora a escena en el teatrillo son nuevos, o al menos lo parecen. Del recién estrenado elenco se espera mucho entre el público que ya ocupa expectante el patio de butacas. En estos días parece que ha renacido el interés por este noble arte dramático, por la declamación, por las expresiones artísticas sobre las tablas, la impostura profesionalizada y el pulso de la actuación en directo. El primer acto cumple con las expectativas, más y nuevos actores en combinación con algún caduco veterano, consiguen mantener en vilo a los asistentes. La obra tiene todos los ingredientes para ser un éxito: intriga, desamor, pasión pero también traiciones, puñaladas por la espalda, celos…

Algunos actores abusan elevando el tono de sus intervenciones, sobreactúan, son capaces de todo con tal de acaparar, aunque sea un instante, el foco que descansa sobre la figura del protagonista. De hecho, quien hoy centra todas las miradas no estaba destinado a ser el actor principal, ha alcanzado tal consideración en buena parte, por el hastío, agotamiento y la rigidez de un viejo secundario que ha decidido sestear hasta jubilarse sobre las tablas.

En el segundo acto cambian los decorados, la tramoya del teatro llega a ser visible para el público “un error imperdonable”, pensarán algunos. Aumenta el ritmo del relato pero no debido a que se sucedan nuevos acontecimientos; la técnica es mucho más sencilla, cada uno de los actores sale a escena, inquiere a los demás y desaparece, siendo relevado por el siguiente. Esta noria de intervenciones no se caracteriza por la aportación de novedades; se repiten los argumentos del primer acto; se sube un grado la violencia verbal y se intentan dar golpes de efecto, aunque sea con besos. Algunos espectadores comienzan a desfilar hacia los vomitorios de salida. Encima del escenario ellos siguen a lo suyo.

El comienzo del tercer acto ya sólo es seguido con interés por parte de los críticos que, sentados en segunda fila y sin haber pagado la entrada al espectáculo, afilan sus plumas y lenguas con el único objetivo de hacerse notar, de sobresalir entre los aullidos y los aplausos de la claque contratada por cada actor. Así el espectáculo fue decayendo mientras se despoblaban los asientos del teatro. Ajenos a la ausencia de espectadores los actores seguían a lo suyo, encantados de escuchar su voz rebotando en las paredes del local, mirando de reojo a los cuatro críticos y a los pocos aduladores que permanecían frente al escenario. Al final con las sillas vacías y el personal de limpieza recogiendo, ellos seguían a lo suyo. Nuevos o viejos actores ya no engañan a nadie, a ellos únicamente les importa la comedia, el postureo, si a nadie más le interesa esta obra se convocan nuevas elecciones y volvemos a empezar.

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