Ave del paraíso

Qué curioso, todos los que adularon a Soria hasta el ridículo, ahora escupen sobre su cadáver

Qué curioso, todos los que adularon a Soria hasta el ridículo, ahora escupen sobre su cadáver. Soria es inocente, quien es culpable es la política, tal y como se practica en España: a navajazos, como en los abordajes piratas. Caerán todos, tarde o temprano, desde Soraya a Montoro. Soria sólo tiene que sentarse en la puerta de su casa, como el árabe. En este país puede ocurrir que un juez -Castro- se tome unos gin-tonics con la abogada del sindicato Manos Limpias (en adelante, Manos Sucias), durante el proceso del caso Nóos, en un bar de Mallorca y no pase nada, ni se anule la farsa contra la infanta Cristina. Los jueces, los fiscales y los periodistas son las nuevas vacas sagradas de este desaguisado. Soria es inocente, no ha hecho nada punible, pero ya no tiene espalda; ha sido segada por los puñales. Quien iba con él al gimnasio y presumía de su amistad lo ha crucificado en su medio; algunos de quienes le mendigaron que los ayudara en sus proyectos periodísticos se han convertido en francotiradores. Los periodistas y los matuteros -porque muchos de ellos han sido incapaces de terminar o de empezar sus carreras- se han convertido en verdugos gratuitos de un gran político canario. Acaban de cortar la cabeza de bronce a Blas Pérez en La Palma; ahora matan a Soria en Madrid. Esta es la memoria histórica de España, que no es otra cosa que el desgaste de los pilares de la envidia. Soria es ahora un ave del paraíso fiscal del que su familia disfrutó un día, como todos los empresarios canarios que operaron con el Reino Unido para vender sus plátanos y sus tomates. Qué extraño pudor les ha entrado a Montoro y a los demás. Esperen.

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