Empacho

Tienen a los espectadores -es decir, a todos- informativa y digestivamente empachados. Este atracón de superficialidad resulta, sí, indigesto

Tienen a los espectadores -es decir, a todos- informativa y digestivamente empachados. Este atracón de superficialidad resulta, sí, indigesto. Quienes están protagonizando este cólico de pactos sin pacto han abusado tantísimo de puestas en escena, tuits, frases acartonadas, poses y gestos tan ajedrecísticos como inútiles que han logrado saturar al consumidor de actualidad. Aburre. Empalaga tanta sobreactuación. Agota esta sobredosis coreográfica. Cansa la teatralización con la que acuden o vuelven de reuniones o comparecencias, el fuego cruzado (con balas de fogueo, eso sí), las valoraciones de usar y tirar, la impostura o la mecánica previsibilidad de aquellos a los que mandan a las tertulias con dos o tres frases memorizadas. Fatiga este tacticismo de andar por casa, esta patética partida que tiene al país sin moverse de la casilla de salida, pedaleando sobre una bicicleta estática desde que el 20 de diciembre los contribuyentes construyeron -construimos- un tiempo político diferente que la dirigencia de los partidos está gestionando con el código de circulación de la etapa anterior. Cansa verlos pasear por fuera del Congreso, gustándose, cada vez más encantados de haberse conocido, protagonizando una película menor. Agota escucharlos. Satura verlos. Fatiga leerlos. Cunde la sensación de que han terminado cogiéndole gusto al ceremonial del fracaso. Y el reloj corre hacia unas urnas en las que, a pesar de la que está cayéndoles, populares y ciudadanos pueden acabar sumando lo justo para tirar; y, si eso ocurre, Sánchez e Iglesias caerán en el ridículo que han hecho protagonizando una telenovela que satura, agota, fatiga, empacha.

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