La ley del embudo

La izquierdona siempre ha sido muy de la ley del embudo. Es decir, critica los métodos y las formas de la derechona, pero se mete la cabeza en el sobaco cuando los suyos o allegados a los suyos hacen lo mismo

La izquierdona siempre ha sido muy de la ley del embudo. Es decir, critica los métodos y las formas de la derechona, pero se mete la cabeza en el sobaco cuando los suyos o allegados a los suyos hacen lo mismo. Ocurre ahora con la cuenta offshore de la mujer de Felipe González, que legítimamente -igual que Soria- mantiene abierta en un paraíso fiscal. Sólo que se sabe que Soria no operaba con ella, ni siquiera se acordaba de la dichosa cuenta, y Mar García Vaquero no sé. El tal Sánchez ha hecho mutis por el foro, calladito como un puto. Y los de Podemos, tan legales ellos, cobran impunemente de chavistas e iraníes, pero imaginen que un miembro del PP haya recibido una transferencia de un ayatolá persa o de un jeque árabe. La lían parda.

Es la auténtica ley del embudo. Como yo sé que este país no tiene remedio no me voy a poner a debatir lo obvio, pero ya verán cómo ilustres sociatas van a salir en esos papeles con cuentas y más cuentas en Panamá y donde corresponda. El mundo ya no tiene secretos para nadie. Hasta Montoro revela al personal los de Aznar. Una vez, para vacilar, un amigo mío abrió una cuenta en Gibraltar; por vacilar, insisto, dice él. A los pocos meses se le presentó la policía en su casa y Hacienda le hizo una inspección. Fue tan idiota que olvidó un pequeño detalle: decir en Gibraltar que no le enviaran la correspondencia a su casa en España. Los hay imbéciles, pero al final, cero patatero. Policía y Hacienda se dieron cuenta de que era un desgraciado, más pobre que las ratas. Y no le pasó nada. Lo dejaron en paz.

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