Gran Bretaña

Los datos mantienen la ilusión. Según una encuesta publicada por El País, el 45%, frente al 28, ve de buen grado la vinculación con Europa; el 49% está de acuerdo con lo que significa la UE; y el 52%, frente al 33, razona con optimismo sobre el futuro. Podrían compararse las cifras con otras anteriores, para no alardear, España es Europa

Los datos mantienen la ilusión. Según una encuesta publicada por El País, el 45%, frente al 28, ve de buen grado la vinculación con Europa; el 49% está de acuerdo con lo que significa la UE; y el 52%, frente al 33, razona con optimismo sobre el futuro. Podrían compararse las cifras con otras anteriores, para no alardear, España es Europa. Así pues el Viejo Continente actual persiste en mantenerse, pese a los recortes. Mientras, la Gran Bretaña se debate entre el sí y el no. Esto es, discute sobre romper el cascarón o insistir en su estima. El problema, me dijo cierta vez un amigo londinense, no es que nosotros seamos islas, sino que Europa sea continente.

Cameron se ha explayado: la paz depende de la continuidad; Europa ha hecho posible ese panorama frente a lo que ocurrió en la primera mitad del siglo XX, por no referir las contiendas implacables del pasado más remoto, los cien años de contienda incluida. El contrario conservador contestó: la OTAN es quien decide, o lo que es lo mismo EE.UU.: en la Primera Guerra Mundial, en la Segunda o en los Balcanes. Y tiene razón en cierto modo, si aceptamos del desastre de la política exterior europea, esa que ha puesto en jaque a África o a Medio Oriente.

Cameron proclama que la lucha contra el terrorismo yihadista se vería mermada. Y no solo eso, según informan los sabios; quedan dudas sobre la economía o el aislamiento internacional de los británicos. Mas las encuestas dicen que la cosa pinta mal para el primer ministro; por otro lado, ¿que haríamos sin las excepciones? Han contribuido de manera eminente a lo que Europa es, el anclaje conservador y liberal como sustento, ese al que se aferró doña Margaret Thatcher y que puso en jaque el estado mixto europeo, con ventas prominentes de empresas estatales a buen precio, por no hablar de un tal Tony Blair. De manera que la aplicación en el ser en un punto, ni cuestionable ni negociable; el metro que allí no es metro, el peso que allí no es peso o los coches que circulan al revés, para desgracia de Woody Allen en película señalada.

El 23 de junio sabremos qué. La congoja porque un socio nos deja o no callar la alternativa que hubo de aplicarse: si ellos votan democráticamente por su salida nosotros habríamos de haber votado sobre su permanencia. Así los asuntos de la Unión Europea, por fin, dejarían de resolverse en los despachos, cual proclamó hace unos días el ministro J. M. García Margallo.

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