La guerra de los cien años

El Partido Popular cuenta con unos ochocientos mil afiliados y en las pasadas elecciones generales le votaron siete millones y medio de españoles. Fueron unos muy malos resultados, porque en otras convocatorias electorales ha llegado a tener hasta once millones de votos

El Partido Popular cuenta con unos ochocientos mil afiliados y en las pasadas elecciones generales le votaron siete millones y medio de españoles. Fueron unos muy malos resultados, porque en otras convocatorias electorales ha llegado a tener hasta once millones de votos. Estas cifras nos muestran que los populares casi cuadruplican los afiliados del segundo partido, el socialista, y en su peor momento le superan en casi tres millones de votos. El Popular, además, es un partido plenamente homologable con los partidos de las democracias avanzadas europeas, está integrado en el Partido Popular Europeo, y sus propuestas programáticas tienen el apoyo de sectores muy numerosos y representativos de la sociedad española, de las clases medias y asalariadas. En definitiva, el Partido Popular está constituido por tres familias ideológicas, conservadores, liberales y cristiano demócratas, herederas de los liberales doctrinarios y progresistas que en el siglo XIX trajeron a España el Estado de Derecho y el constitucionalismo.

El problema es que el Partido Popular tenía que haber sido la Unión de Centro Democrático, con una Alianza Popular a su derecha. Pero la UCD fue destruida por el tradicional cainismo de la derecha española, y fue Alianza Popular la que tuvo que refundarse y asumir ese papel. Un papel sin nadie a su derecha, sin la coartada que los socialistas han utilizado en la izquierda para simular un centrismo que nunca ha sido su seña de identidad.

Se repite mucho que el PSOE es un partido socialdemócrata, pero no es verdad. Y no solo porque abandonó el marxismo por imposición de la socialdemocracia alemana en una fecha tan tardía como finales de los años setenta del pasado siglo, sino porque ese abandono nunca ha sido asumido por el sector más representativo y dirigente del partido. Un sector que no difiere tanto del populismo antisistema con el que gobierna en muchos sitios. Y que la alianza con Ciudadanos tampoco ha servido para centrar.

Todo lo anterior explica -no justifica- el cordón sanitario que la izquierda y los nacionalistas han levantado en contra de los populares, un cordón sanitario impensable e incomprensible en la Europa democrática. Después de ochenta años, en el camino de los cien, la izquierda española está obsesionada con ganar una guerra civil que absurdamente considera haber perdido. Y lo más absurdo -e irreal- es que cree que el Partido Popular la ganó.

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