El próximo día 30 de junio, jueves, estará por la Isla una de las grandes voces del pop en castellano, Manolo García (Barcelona, 1955). En el pabellón Santiago Martín de La Laguna, presentará las canciones de su último disco en solitario, Todo es Ahora. Exmiembro del Último de la Fila y pintor en crecimiento, su discurso está lleno de positivismo y espiritualidad: “Busco la paz conmigo mismo, pero eso no viene de serie, hay que trabajarlo y a eso dedico mi esfuerzo”, afirma.
– ¿De qué habla su nuevo disco?
“Fue grabado en Nueva York junto a cinco músicos americanos y un irlandés. Es un trabajo en el que me reivindico a mí mismo. Y en el que hablo de la necesidad de exprimir la vida y no meterse en berenjenales. El instante es tan fugaz como que ya no está. Tener la conciencia de eso es mi norte, sobre todo en los tiempos que corren. Cuando tienes cierta edad, a partir de los 40, todos empezamos a pensar en lo valioso que es el tiempo y en que hay que ir haciendo cosas. Si no la vida se convierte en un sinvivir, en un nunca llegar. Este tipo de reflexiones son las que rigen actualmente mis días”.
– En Todo es ahora retoma también el sonido de sus inicios con Los Burros y Los Rápidos.
“Mis inicios fueron muy rockeros. Luego hice discos más mestizos y fusionados. Eso es fruto de mi inquietud y necesidad de cambio. Pero en el fondo siempre subyace mi amor por el rock y las guitarras eléctricas. Y es posible que en este disco haya una vuelta a esos primeros años. Tengo la sensación de estar cerrando un círculo para abrir otros nuevos”.
– ¿Se siente identificado con la música indie?
“Me merece todos los respetos. Aunque soy de los que piensan que vender más o menos discos no hace mejor a una banda. Eso lo da la calidad de un disco, si es realmente bueno. No es cierto eso de que si vendes muchos discos es porque eres comercial. Nirvana vendió millones de discos y fue tan indie como el que más. The Clash fue otro grupo íntegro. Humildes y obreros, pero también llegaron a vender millones de copias. Yo procuro, a mi manera, no perder la esencia. Trabajo en una multinacional (Sony Music), pero esa independencia no la he perdido jamás. Hago mis disco cuando y como quiero. Nadie me marca una pauta. Es mi derecho como músico y creador”.
– ¿Qué retos le quedan por cumplir como artista?
“El reto de componer está ahí siempre. Por eso hacer discos es un ejercicio inacabable. Igual que Picasso seguía pintando con 90 años, Van Morrison o Bob Dylan seguirán haciendo discos mientras vivan. El directo, en cambio, depende de la capacidad física y mental de cada uno, pero también es muy atractivo. A mí las dos cosas me gustan, así que no cesan nunca. He decidido tener un huerto pequeño dentro de la música y cultivarlo lo más dignamente posible. Ese huerto es nuestro país, no quiero abarcar más ni vender más discos”.
– Siempre ha rechazado componer para otros artistas.
“Ya digo que mi huerto es pequeño, yo lo cultivo y mi tiempo lo dedico a él. Últimamente compongo más, pero no me parece correcto dar a otros artistas las que no quiero para mí. Además, no tengo esa ambición de acaparar más. A no ser que hubiese un caso de amistad o admiración extrema por otro artista no me veo en ese territorio. Trabajo muy lentamente y me siento cómodo interpretando mi pequeña obra. No tengo vocación para otros”.
– También se ha negado a ceder temas propios al sector publicitario.
“Eso jamás. Pienso que el consumo desaforado es un error y no da la felicidad. Y no quiero participar en su incitación. Ni por todo el oro del mundo daría una canción mía para ello. No me interesa. Este es un mundo donde el 20% escaso de gente estamos esquilmando el planeta entero para vivir bien. Pero la realidad es que no veo a mucha gente feliz en este mundo neoliberal. Mientras, el resto del mundo pasa hambre y está en guerra. Está claro que algo falla”.
– ¿Con qué se queda de su etapa en el Último de la Fila?
“Me queda la ilusión y la curiosidad de seguir adelante, ver que hay a la vuelta de la esquina musicalmente hablando. Me quedan las ganas de subir al escenario. Yo aprendí muchísimo con el Último de la Fila, aunque ya tenía mi bagaje con otros grupos. Empecé en la música muy jovencito y me he curtido en este oficio. De hecho, estaba preparado para no triunfar: ser músico sin ser famoso. Y ese es mi gran triunfo”.
– Recientemente tuvo un reencuentro con Quimi Portet en Los Burros y Los Rápidos. ¿Va en serio la vuelta de ambas formaciones?
“Fue una experiencia puntal. Como el que queda a cenar con los viejos compañeros del instituto. Decimos volver a trabajar juntos durante un mes, pero solo como un reencuentro de amigotes. Ha sido una celebración de que todo el mundo está bien, funcionando, pero a partir de ahí cada uno sigue su camino. A partir de ciertas edades, cada uno tiene su propio discurso y la necesidad de expresarse en solitario. Le pasa al músico, pero también le pasa al escritor o al pintor”.
– ¿Cómo anda actualmente su faceta pictórica?
“Sigo produciendo de una manera tranquila, pero imparable. No puedo parar. Los días libres los paso pintando y cada año suelo hacer una o dos exposiciones. No lo hago con ánimo de lucro, pero sí de aportación. Es una necesidad creativa que no puedo eludir. Desde muy jovencito tuve ese impulso y creo que se complementa muy bien con mi faceta musical”.