Por lo menos, en mi tierra, se dice que mal de muchos consuelo de…, bueno. Algo así está ocurriendo en esta España nuestra, que va más allá de La Laguna, de Tenerife, y de Canarias. Ocho meses han pasado ya la frontera de lo nunca imaginado, un gobierno en funciones que rige un país, y entre tanto, las que se presuponen fuerzas políticas, cuanto menos, democráticas, no han logrado encerrarse en una sala ante una mesa, y unas cuantas sillas –no tienen que ser para nada de madera noble- y aferrarse a la obligada toma de una decisión –emulando a los ya lejanos padres de la nueva Constitución Española, la de 1978-, es decir, aclarar quién va a llevar definitivamente las riendas de esta tierra que comienza en casi el África Occidental y termina en las fronteras galas y lusitanas.
Si se analiza esta situación, que no es de desgobierno, como algún “atrevido” quiere malvender, sino de incoherencia política, diría yo, entiéndase poca coherencia a la hora de poner el motor al máximo y llegar a un merecido acuerdo al que tienen derecho todos los españoles, los que fueron el 20 de diciembre y 26 de junio a votar, y los que no. De este lado, el otro, el del ciudadano, no queda otra que pensar, “lo que está sucediendo no guarda coherencia alguna, es un sinsentido”. Lo peor es que no sabemos cuándo va a finalizar, y todo esto nos lleva a ver a España cubierta por la sombra del “Lado Oscuro”, el mismo que recuperamos también en diciembre, con la aparición de la última entrega de “Star Wars”, nuestra Guerra de las Galaxias. Nadie nos hubiese augurado esto en 1977, cuando salió a la luz la primera película de la serie de George Lucas, nadie hubiese pensado que en un remoto diciembre de 2015 iban a coincidir el lado oscuro de Darh Vader y el novísimo capítulo de la Democracia Española.
¿Qué sucederá ahora? Ni siquiera sabemos lo que aportará el nuevo guión de la próxima entrega de “Las Guerras Estelares” de Lucas, cómo vamos a vaticinar qué podrán traer los nuevos meses. Lo obvio, en cualquier país demócrata, es que gobierne quien ha decidido el pueblo en las urnas. Sería lo propio de una tierra democrática, dejarse de jugar a poner sobre el tablero del Monopoly de la Guerra de la Galaxias todas las posibilidades de derribar al Halcón Milenario, y pasar a la realidad del español de a pie que necesita un paso adelante y una decisión clara y concisa de cuál va a ser el esquema de poder que tomará sí o sí el camino que todos esperamos, el de un gobierno fuerte y sólido que ponga en funcionamiento los cientos de proyectos que han de seguir elevando a esta España que tanto lo necesita.
Ha terminado el tiempo, ya son ocho meses no perdidos pero sí en situación de criogenización que hemos soportado. Ahora, toca el momento de dejarse de análisis de resultados electorales y de congresos inacabables en las sedes de los partidos, y ha venido el día de encerrarse en una habitación, 3×3 ó 30×30, quitar el polvo a la mesa de reunión, retirar las sillas hacia detrás, sentarse y ponerse a hablar para estructurar un gobierno que gobierne, y no lo haga en funciones.
De lo contrario, seguiremos permitiendo que algunos vendan a esta España que ha venido saliendo adelante, recuperándose de un agujero negro en el que alguien nos metió, y lo hemos hecho con el empuje y recortes soportados por todos los españoles. A alguien le interesa que gane el “Lado Oscuro”, y no se confundan el “Lado Oscuro” no está en el gobierno en funciones, sino en otros que se han empeñado en perder y no saber perder. Si no se arranca ahora el motor de la Democracia, seguiremos jugando en el cuarto de los juguetes de la política a los guerreros buenos que buscan la armonía, la estabilidad, la razón y la tolerancia; y a los androides malos que desean la dominación a cualquier precio, cualquier poder por el mero sentido de alcanzar el poder. Quítense las máscaras del disfraz de la “Guerra de las Galaxias” de Lucas, dejen las pistolas en la cartuchera, y póngase el mono de trabajo para seguir llevando este país a donde se merece.