En mis largas noches de insomnio he visto dos veces en la última semana, en televisión, la película Vacaciones en Roma (1953), dirigida por William Wyler y protagonizada por Gregory Peck y Audrey Hepburn. Ya les he contado varias veces que en mis numerosos viajes a Roma he seguido la ruta de los protagonistas, desde la Vía Margutta, 41, donde hoy existe un anticuario, hasta el Circo Romano, pasando por la Piazza Navona y la Vía Veneto, que Federico Fellini convertiría en el gran teatro del mundo. Pero la Roma imperial que no muere, la Roma de los palacios, la Roma de la dolce vita y de la sociedad decadente, puede observarse en una reedición moderna del espíritu del inolvidable Fellini: La gran belleza, de Paolo Sorrentino, estrenada en 2013, con la enorme interpretación de Toni Servillo en el papel de Jep Gambardella, escritor de una sola novela, periodista indolente y miembro de la jet romana, dominada por el tedio, el dolce far niente y el cotilleo. Qué dos grandes filmes, separados por sesenta años, pero con el denominador común del cine bien hecho, que refleja la sociedad de cada tiempo. Aquella Roma alegre y desenfadada de la post guerra, donde cada uno sobrevivía como podía, y la Roma decadente y falsamente rica de la actualidad, en la que quedan familias venidas a menos que se alquilan para las fiestas, se refleja el poder de la Iglesia y se observa la vida sin metas de una sociedad quemada por su propia existencia vana. Y los palacios, como telón de fondo, que nunca mueren, ni se decoloran, ni envejecen, en apariencia. Roma, cuánto encanto se guarda en esta ciudad llena de misterio, de fuentes y de colinas hoy inapreciables.
Otra vez la película
En mis largas noches de insomnio he visto dos veces en la última semana, en televisión, la película Vacaciones en Roma (1953), dirigida por William Wyler y protagonizada por Gregory Peck y Audrey Hepburn