Rajoy y el Marca

En su enfrentamiento radical e incesante contra Mariano Rajoy, la izquierda española no solo le suele faltar al respeto al presidente del Gobierno en funciones, sino también a muchos ciudadanos, de los que dice, por ejemplo, que han apoyado al presidente con el "voto del miedo"

En su enfrentamiento radical e incesante contra Mariano Rajoy, la izquierda española no solo le suele faltar al respeto al presidente del Gobierno en funciones, sino también a muchos ciudadanos, de los que dice, por ejemplo, que han apoyado al presidente con el “voto del miedo”. En esa línea, un portavoz socialista ha repetido recientemente uno de los clichés más utilizados en tal enfrentamiento; un tópico que se refiere al supuesto inmovilismo presidencial, a su supuesta pasividad y falta de iniciativa, que le hace estar más interesado en los deportes -en el fútbol- que en la política. Este portavoz le ha reprochado que, en lugar de estar negociando su investidura, “esté sentado en un sillón leyendo el Marca”, con lo que une el reproche del inmovilismo al reproche de leer una publicación de temática deportiva y, sobre todo, futbolística, que se supone de escasa enjundia intelectual. Una ofensa gratuita a todos los periodistas y a todos los lectores de este diario, ofensa en la que hace unos años ya incidió Sánchez Dragó, que llegó a insultar públicamente a ese colectivo.

Es cierto que Rajoy no se distingue por la rapidez o la inmediatez de sus acciones y sus reacciones políticas, pero su pasividad no pasa de ser una leyenda urbana fomentada por sus adversarios y sus enemigos políticos. Y una prueba ha sido su más que discreta -y brillante- negociación con los nacionalistas catalanes y vascos, que ha permitido constituir la Mesa del Congreso y llevar a su presidencia a Ana Matos mediante diez votos secretos, pero de origen más que evidente. Una negociación que se repitió en el Senado con los vascos. Por cierto, Ciudadanos demostró su falta de coherencia al negociar sobre sillones y no sobre programas (obtuvo dos en la Mesa del Congreso y no le correspondía ninguno), y al negociar con Rajoy, en contra de todas sus afirmaciones anteriores.

El independentismo catalán es legítimo; lo ilegítimo es defenderlo al margen de la Constitución y las leyes. Y, dejando al margen tales violaciones, con el independentismo catalán se puede negociar una multitud de temas de la mayor trascendencia, desde la economía, la fiscalidad y la financiación de las políticas sociales, hasta la lucha contra la corrupción y la regeneración democrática, más que necesaria en ambos bandos. Los populares no son sospechosos al respecto. Y, una vez más, Rajoy, desde su sillón, ha dado una lección a sus detractores.

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