El bipartidismo y la nueva política

El jueves pasado destacábamos el paralelismo entre el sistema político configurado en la Transición y el otro periodo comparable de estabilidad política e institucional en la historia constitucional española, que fue la Restauración

El jueves pasado destacábamos el paralelismo entre el sistema político configurado en la Transición y el otro periodo comparable de estabilidad política e institucional en la historia constitucional española, que fue la Restauración. La calidad política, el sentido de Estado y la altura de miras de Antonio Cánovas y Práxedes Mateo Sagasta dieron vida en el Pacto de El Pardo a otro bipartidismo turnante y moderador, un bipartidismo antecedente del sistema que sucumbió en las elecciones del pasado mes de diciembre.

Ambos sistemas eran muy funcionales y estaban perfectamente adaptados a las características de nuestra cultura política. Permitieron una sucesión fluida de Gobiernos indiscutidos con un número mínimo de negociaciones y pactos de investidura, y aseguraron la gobernabilidad del país por más de treinta años, algo menos la Restauración. Nuestra cultura política, nuestros valores y principios políticos son maniqueos y guerracivilistas, y ya lo eran antes de la última guerra civil: es la cultura de las dos Españas. Los pactos, los acuerdos y las renuncias que requiere el pluripartidismo que se ha instalado entre nosotros son ajenos a nuestra cultura y nuestra tradición. Por eso fueron tan apropiados y tuvieron tanto éxito el sistema político restauracionista y el de la Transición. Por eso el pluripartidismo de la llamada Nueva política tiene bloqueado el país. Lamentablemente, el paralelismo entre ambos sistemas políticos se extiende también a su desaparición. Eran el fruto de un pacto fundacional entre unos dirigentes políticos no representativos de la cultura española, unos dirigentes no guerracivilistas ni maniqueos, pero, al mismo tiempo, lúcidos y realistas sobre lo que podía esperarse de la sociedad y de la política españolas. La intensa y persistente corrupción social y política acabó con los dos sistemas. Y la aparición de terceros o cuartos partidos en la Restauración, lejos de solucionar nada, agravó la crisis y contribuyó al desastre.

El próximo domingo, los votos de Ciudadanos pueden no entrar en el Parlamento gallego, pero sí impedir la mayoría absoluta de los populares y dar el Gobierno a En Marea. Y los votos a Podemos en el País Vasco reforzarán a EH Bildu y su entorno. No en vano políticos y analistas de todo el mundo están señalando los peligros y las contradicciones del novedoso pluripartidismo español, que nos está conduciendo al abismo.

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