“Los límites que me condicionan en el periodismo los pulverizo en la literatura”

El Festival Tenerife Noir, la cita literaria con el género negro que se desarrolla hasta el día 26 en la capital tinerfeña, trajo ayer a la Isla al escritor Lorenzo Silva (Madrid, 1966)
Lorenzo silva, escritor | FOTO: Andrés Gutiérrez
Lorenzo silva, escritor | FOTO: Andrés Gutiérrez
Lorenzo Silva, escritor | FOTO: Andrés Gutiérrez

El Festival Tenerife Noir, la cita literaria con el género negro que se desarrolla hasta el día 26 en la capital tinerfeña, trajo ayer a la Isla al escritor Lorenzo Silva (Madrid, 1966). El autor de El alquimista impaciente (Premio Nadal en 2000), La marca del meridiano (Premio Planeta 2012) o la novela ambientada en las Islas La niebla y la doncella (2002), cuya versión cinematográfica, dirigida por Andrés Koppel, se estrenará en septiembre, mantuvo esta charla ayer con DIARIO DE AVISOS en el Hotel Escuela de Santa Cruz.

-La novela negra puede entenderse como un diagnóstico de la sociedad, pero ¿cómo la concibe usted?

“Como una forma de expresión literaria. Mi literatura no es autorreferencial, no habla de sí misma. La novela negra es un cauce para escribir de lo que me interesa, una mirada a la condición humana; a las acciones más oscuras, pero también a las más generosas”.

-Al hacer ficción con temas que miran de frente a la actualidad, ¿se fija límites para que lo real, por descabellado, no deje de ser creíble?

“Ninguno; esa es la gran ventaja de la literatura. Dentro del periodismo suelo hacer reportaje criminal, que es muy interesante y con el que aprendo mucho; pero está rodeado de restricciones y limitaciones. Pero esos límites que me condicionan los pulverizo en la literatura. Nadie me dice que tengo que escribir solo tres folios, pueden ser 3.000. Nadie me dirá que hay un tema que no puedo tratar porque alguien se va a molestar. Si haces ficción, no suelen demandarte”.

-¿Qué es más importante en este género, tener buen oído para reflejar lo que pasa en la calle o saber exprimir la imaginación?

“La capacidad de escuchar y la de observar. Si escuchas a las personas y observas las coyunturas adecuadas, das con un material más valioso que la mejor fabulación. Incluso a veces más increíble”.

-Hablar del género negro en España como una moda es quizás erróneo, sobre todo porque su auge supera ya los 10 años. ¿A qué responde su aceptación?

“Hay varios factores, es una tormenta perfecta. Íbamos muy rezagados con Europa, pero hemos recuperado el tiempo, algo que es ya una costumbre en nosotros. Nos tiramos 40 años viviendo en un régimen acuartelado y luego nos pusimos al día. Esta literatura ha sabido crearse un público y ha sabido alimentarlo gracias a la labor de escritores, editores, libreros, festivales… También han llegado autores con mucho talento. Y a todo eso se une una circunstancia socioeconómica en la que hay muchas historias que necesitan ser contadas. Si hablamos de la crisis económica, tendremos que prestar atención, por ejemplo, al enorme dispendio de recursos públicos sin otro fin que enriquecer a administradores corruptos”.

-¿Qué hay de bueno y qué de malo en esta profusión de títulos?

“De malo creo que no hay nada: si no te gusta un libro, lo puedes dejar y coger otro. Aunque sí que es cierto que hay despistes, lectores que no están bien orientados… Por eso una de las funciones que cumplen los festivales, los editores y los libreros es tratar de aconsejar al lector de forma leal para que no le den gato por liebre”.

-¿Qué tipo de obras son las que le enganchan como lector?

“Busco originalidad, talento y rigor. Me gusta que una obra de arte esté bien hecha. Me intereso por el trabajo de alguien que tiene la ambición de ser original, que domina el oficio y que se sacrifica por la historia que cuenta. A partir de ahí, me interesa cualquier cosa. Soy incapaz de hacer jerarquías”.

FOTO: Andrés Gutiérrez

-Bevilacqua y Chamorro, la pareja de la Guardia Civil protagonista de tantas de sus historias, siguen esa doble tradición, la del dúo de investigadores y la de unos personajes con continuidad en las creaciones de un autor. ¿Qué posibilidades le dan?

“La primera novela con ellos (El lejano país de los estanques) no la escribí con un plan, fue un experimento: intentar hacer novela policíaca española, contemporánea, arraigada en la realidad y con guardias civiles como protagonistas. Eso, puedo asegurarlo, era muy experimental en 1995. Mandé el libro a media docena de editores y todos lo rechazaron. Pero una vez que el experimento salió bien, cuando pasados tres años una editora de Destino leyó el manuscrito y quiso publicarlo, me di cuenta de que tenía en las manos una herramienta muy útil. Un hombre y una mujer, en cierto modo, con roles invertidos: el hombre, más intuitivo, más difuso, y la mujer, más cerebral, pragmática, resolutiva. Era una combinación que permitía una mirada compleja sobre la realidad española y buscarle las esquinas. Creo que tanto Bevilacqua como Chamorro son dos observadores privilegiados. Poseen esa suerte, o maldición, de que una y otra vez se enfrentan con la realidad del ser humano. Las personas dicen ser una cosa y muchas veces son algo bien diferente”.

-Eligió Canarias para situar una de las novelas de esta serie, La niebla y la doncella (2002). ¿De qué manera el escenario de La Gomera, y también de Tenerife y La Palma, le resultaron sugerentes como para llegar a la conclusión de que ahí podía situar uno de sus relatos?

“Me gusta la diversidad del Archipiélago. El paisaje de La Gomera me pareció una fotografía del pasado, un fósil con un equilibrio muy precario. Era un entorno magnífico para un relato si tenías una buena idea. Luego, estando allí, escuché una historia, que nunca sabré si era cierta o no, que me dio pie para una historia criminal. Me invitó a preguntarme cómo sería un crimen en una comunidad muy cerrada. Al mismo tiempo, me gustaba esa idea de que dos investigadores de Madrid salieran de su entorno para acudir a uno completamente distinto, del que desconocen las claves, más pequeño, más misterioso, más lento. Para dos tipos de Madrid, entrar en un lugar donde el tiempo tiene otras dimensiones, lejos de ser negativo, es muy positivo. Así que me interesó que, junto a la investigación, hubiera ese choque de paisajes, de tiempos”.

-Si uno observa su bibliografía, parece que jamás deja de escribir. ¿Cómo combate eso que llaman el bloqueo del escritor?

“Al principio me ocurría, porque hacía una cosa muy absurda que hacemos los escritores: sentarme a escribir sin tener ninguna idea. Eso es como ponerte a cavar una zanja sin azada. Solo me siento cuando tengo una idea, y ahora tengo más ideas que tiempo para escribirlas”.

-La Semana Negra de Gijón, Barcelona Negra, Getafe Negro, Tenerife Noir… ¿Cómo vive usted estos encuentros con los lectores?

“Celebro que esto ocurra en mi país, un lugar con poca querencia por la cultura. O mejor, con poca querencia real, porque sí que de vez en cuando se montan algunas fanfarrias con centenarios y tal, en las que muchas veces ves a gente hablando de libros que no ha leído, de cuadros que no ha visto o de sinfonías que no entiende. Este es un país con muy poco interés por la cultura y mucha gente ha muerto, literalmente, por empeñarse en crear. Construir la identidad de un lugar a través de las manifestaciones culturales es muy saludable”.

-Y desde el lado del lector, ¿qué autores de novela negra son sus referentes?

“Raymond Chandler. Escribo novela negra porque él existió, porque en él se combina una mirada inteligente sobre la sociedad con una prosa excelente y un aliento poético maravilloso. Pero luego hay muchos más, desde Vázquez Montalbán a autores actuales como Carlos Zanón o Susana Hernández. Dos de los escritores europeos más interesantes para mí son el italiano Maurizio de Giovanni y el sueco Jens Lapidus”.

-Leí un artículo suyo acerca de Hazte Oír y su polémico autobús que atenta contra los niños transexuales. ¿Es la intolerancia el mayor problema que tenemos o es solo un síntoma de otros males?

“No, el principal es la ignorancia; la falta de educación, de conocimiento, de cultura. Cuatro de cada diez españoles no lee un libro jamás. Y dos de esos cuatro dicen que no lo leen porque no hay ninguno que les interese. La ignorancia lleva a la indiferencia, a la insolidaridad y, como te descuides, a la crueldad. Ese autobús es un autobús cruel. Y esas personas que lo promueven no son conscientes de la crueldad que están ejerciendo”.

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