Scarlett

Parece que las cuentas de la intérprete Scarlett Johansson duran dos años

Parece que las cuentas de la intérprete Scarlett Johansson duran dos años. Así ocurrió con su anterior marido, el actor Ryan Reynolds, y así ocurre con su actual pareja, el francés Romain Dauriac. La demanda de divorcio ya se encuentra en el tribunal correspondiente de Nueva York. ¿Por qué? La señora lo explicó. Eso que se llama monogamia, fidelidad y cosas por el estilo es “contranatural”, dijo. De donde remar con o en contra de esa corriente… Pongamos, el señor Dauriac sí y ella no. No hay pacto; fin de la historia. De ese tinglado público, hemos sacado conclusiones. Por ejemplo, la atrofia que no se entiende en EE.UU. de Hillary Clinton por los devaneos de su marido. El presidente que fue y la lista becaria, de cuyas confidencias, gracias a la pericia de su madre y los restos de semen en un vestido, obtuvo una fortuna. O lo que le ocurrió a Schwarzenegger, que se encontró con la puerta en las narices cuando su mujer, Maria Shriver, la sobrina de John F. Kennedy, se enteró de la infidelidad con una sirvienta doméstica. Es posible que doña Scarlett Johansson discuta que el mundo, si así se prolonga para los mortales, es primitivo, insustancial. Pero eso ocurre.

Otro ejemplo. Se dijo que la razón de la ruptura de Ben Affleck y Jennifer Ganer tuvo como motivo un episodio semejante al de Schwarzenegger. Ella lo desmintió. ¿Por qué se separaron? No se sabe. Se sabe que él adora a esa mujer, que pondera lo que es como tal, como persona, como madre, como compañera… Ella también. ¿Por qué se separaron? Parece que han parado la rueda, que eso no va a ocurrir, que se van a dar otra oportunidad, porque están bien juntos, y por sus hijos. Porque esa es la otra cara de la moneda, la cuestión que ahora embarga a Scarlett Johansson. De esas uniones pueden surgir otros seres. Se llama Rose Dorothy. Y como es hija de su padre y su padre ya no tiene nada que hacer en EE.UU., volverá a París, que queda lejos. Un asunto a resolver, pues: eso que se llama custodia.

Los hijos no confirman las trivialidades o la procacidad de los padres; son para toda la vida, desarman la condición del afecto y (esto sí) no es cosa de quita y pon. Así se resuelven las relaciones humanas. ¿El señor Dauriac se las cobrará a la señora Johansson? ¿Por venganza? Ahí nos vamos a encontrar.

TE PUEDE INTERESAR