Genocidio y ciencia

Con motivo de la -bochornosa- polémica, montada artificialmente, sobre los dos cuadros que presiden el Salón de Plenos del Parlamento de Canarias, se ha empezado a usar por algunos el término “genocidio” para referirse a lo sucedido con el pueblo genéricamente denominado guanche

Con motivo de la -bochornosa- polémica, montada artificialmente, sobre los dos cuadros que presiden el Salón de Plenos del Parlamento de Canarias, se ha empezado a usar por algunos el término “genocidio” para referirse a lo sucedido con el pueblo genéricamente denominado guanche. Algunos, incluso, se han atrevido a compararlo con el Holocausto. Y hay que apresurarse a denunciar el escaso rigor científico del uso de tal término. Como indica su etimología y puntualiza el diccionario de la Academia, un genocidio es una persecución sistemática de un grupo humano caracterizado por un rasgo diferencial, étnico o religioso, con el objetivo de exterminarlo físicamente. En un proceso genocida se busca asesinar a todo individuo perteneciente a ese grupo por el hecho de pertenecer a él. Es exactamente lo que intentaron perpetrar los nazis con los judíos.

Por el contrario, lo que sucede en Canarias, con sus particulares variantes, es lo mismo que ocurre en todas las conquistas y colonizaciones europeas. Los conquistadores buscan derrotar militarmente a los indígenas, apoderarse del territorio y evangelizar en su religión a los derrotados. En el curso de ese proceso tiene lugar la destrucción, modificación o mezcla de la cultura derrotada, pero, en ningún caso, se busca exterminar a sus portadores y ni siquiera a su cultura, en lo que no se oponga a la religión. La propia entrega de la joven guanche como rehén, que representa una de las pinturas, lo demuestra, así como también lo hace la existencia de los bandos de paz, la subsistencia guanche generalizada y las uniones mixtas. Ocurrió con los musulmanes españoles después de la Reconquista: entonces existían judíos y moriscos que expulsar, de los que no se buscaba su exterminio.
Se trata, una vez más, de la debilidad teórica y la falta de rigor científico del nacionalismo y el independentismo canarios, que se nutren de mitos y leyendas; y de fuentes tan pobres como Secundino Delgado, autor de una obra mediocre y contradictoria, más anarquista que nacionalista, que oscila entre la ingenuidad y la simpleza. En cuanto a la creación de un Museo de la Conquista y Colonización de Canarias, habría que aclarar que ya existe. Además del Museo de la Naturaleza y el Hombre tinerfeño, está el excelente y definitivo Museo Canario de Las Palmas, instituciones que necesitan más apoyo y menos politiquería. Y que nuestros políticos lean y estudien un poco más.

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