Persona y centro político

Ahora que los populismos están de moda, el centro, el espacio de la moderación, vuelve, especialmente tras la victoria de Macron en Francia, a primera plana y de nuevo es menester explicar sus postulados y rasgos característicos

Ahora que los populismos están de moda, el centro, el espacio de la moderación, vuelve, especialmente tras la victoria de Macron en Francia, a primera plana y de nuevo es menester explicar sus postulados y rasgos característicos.

El centro de la acción política es la persona. La dignidad del ser humano y sus derechos fundamentales se erigen en centro de la acción pública. Desde este principio básico es posible establecer algunas de las líneas fundamentales que, desde una perspectiva que podríamos denominar ética, hoy imprescindible, configuran la nueva forma de estar y hacer política, desde la moderación, que los ciudadanos reclaman de los actores políticos.

En efecto, precisamos una manera de aproximarse y de resolver los problemas políticos más pendiente de la defensa, protección y promoción de los derechos fundamentales de las personas que de la conservación y mantenimiento de la posición como opción política dominante.

El ser humano no puede ser entendido como un sujeto pasivo, inerme, puro receptor, destinatario inerte de las decisiones públicas. Definir a la persona como centro de la acción política significa no sólo, ni principalmente, calificarla como centro de atención, sino, sobre todo, considerarla el protagonista por excelencia de la vida política. Aquella perspectiva desde la cual se consideraba que el ciudadano debía esperarlo todo del Estado renunciando a la iniciativa y a la responsabilidad hoy está superada intelectualmente, pero muy viva en la praxis real de la política del presente por unos y otros.
Efectivamente, la persona no puede ser un objeto sin vida al que los poderes públicos, y los tecnócratas que los representan, dan cuerda, controlan y manipulan periódica y convenientemente con el fin de conservar del poder.

Esta afirmación realizada en los más variados tonos, y con los acentos más diversos, en situaciones políticas incluso a veces contrapuestas, tiene un significado propio. Afirmar el protagonismo de la persona no quiere decir darle a cada individuo un papel absoluto, ni supone propugnar un desplazamiento del protagonismo ineludible y propio de los gestores democráticos de la cosa pública.
Afirmar el protagonismo del individuo, de la persona, es poner el acento en su libertad, en su participación en los asuntos públicos, y, por supuesto, en la solidaridad. Y por aquí está el camino al centro. Porque al centro se ingresa no desde la derecha o la izquierda, sino desde la libertad solidaria.

TE PUEDE INTERESAR