Ron con Cola Cuco

Señora consejera, negociemos. ¿Está valorando la posibilidad de subir los impuestos a los refrescos y bebidas azucaradas? Vale, pero negociemos. Si es así, y parece que sí, definamos el techo y el suelo de la negociación. Marquemos las líneas rojas. Ahí va una propuesta, un punto de partida para que lo tenga presente en su reflexión fiscal. ¿Quiere subirnos la Coca Cola? Estamos dispuestos a hablarlo, de acuerdo, eso sí, solo si se compromete a bajarnos el ron en idéntica cuantía para que el cubata nos siga costando lo mismo, ¿qué le parece?, ¿vamos a llevarnos bien?, ¿nos entendemos?

Al precio que tienen los cubatas en algunos bares, si encima nos suben el refresco por las noches tendremos que dejar en casa a los colegas y salir de copas con avalistas. Consejera, negociemos. Éste que le sugerimos es un camino para empezar la ronda de contactos. Si nos baja el ron estamos dispuestos a no entorpecer la negociación argumentando que aun subiendo los impuestos quienes tengan menos poder adquisitivo seguirán bebiendo refrescos y bebidas azucaradas, claro que sí (baratas, para que con el impuesto sigan teniendo un precio digerible); en definitiva, que muchos consumidores mantendrán sus hábitos solo que sustituyendo la Coca Cola por Cola Cuco. Si baja el ron incluso podríamos no dar la lata recordando que la obesidad se combate con información y no con recaudación, que más vale convencer que encarecer o que cabe la sospecha de que la medida esté más cerca de la salud presupuestaria (de unas administraciones obesas) que del impacto cierto que refrescos, bollería o snacks tienen en la salud de los consumidores. Por lo demás, si va a gravar también la comida basura no deje de incluir en el listado los sándwiches que algunos sirven con el queso frío, el salpicón de pulpo sin pulpo, la ensaladilla ahogada en mayonesa o las ensaladas que saben a papel. Negociemos, consejera.