Ermua no está en Latinoamérica

Es verdad. Aún no se había producido la valiente reacción del pueblo español ante el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de la banda terrorista ETA pero, pese a ello, en todos los países latinoamericanos asolados por guerrillas patrocinadas por la extinta Unión Soviética, y entrenadas en la Cuba castrista, no reaccionamos a tiempo pese a que, solo en Argentina, el Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros, en menos de seis años, dejaron un reguero de victimas similar al de ETA en cuatro décadas. Casi mil inocentes.

Si en algún momento, desde México a Argentina y Chile, en lugar de pensar que policías, militares, empresarios, políticos, jueces, fiscales, estudiantes y sindicalistas morían como Blanco, pero “no era cosa nuestra”, hubiéremos reaccionado con el ‘Espíritu de Ermua’ ante idéntica sinrazón cobardemente asesina, nos habríamos ahorrado tanto dolor.

Inclusive el posterior, causado por el Plan Cóndor. Un “todo vale” con el cual, dictaduras y gobiernos constitucionales latinoamericanos, despreciando el Estado de Derecho, masacraron a centenares de miles de latinoamericanos, secuestrándolos y torturándolos, para luego matarlos y arrojarlos a fosas comunes aun no localizadas, o al mar en vuelos de la muerte, solo por “pensar distinto”. Pero Ermua no se está en Latinoamérica, ni su espíritu logró ser despertado por la muerte de nadie a manos de terroristas envueltos en la bandera soviética.

De ser Ermua -y su espíritu- un lugar de Latinoamérica, nos hubiéremos ahorrado ambos dolores y también lo que algunos intentan en la actual España y nosotros padecemos desde siempre. Que se prohibiera homenajear a las víctimas de tales bandas terroristas, al equipararlas esos inocentes con los genocidas que lideraron el Plan Cóndor, y el reescribir la Historia a conveniencia. Todo lo cual España debe impedir -por respeto a Ermua-, más aún cuando, aquí, fueron derrotados aplicando el Estado de Derecho.