la panza de burro

Fracaso democrático

En las jornadas previas al 1-O destacábamos en las páginas de DIARIO DE AVISOS que la convocatoria del referéndum de independencia de Cataluña era uno de los mayores escollos y desafíos a los que ha tenido que enfrentase la actual democracia española

En las jornadas previas al 1-O destacábamos en las páginas de DIARIO DE AVISOS que la convocatoria del referéndum de independencia de Cataluña era uno de los mayores escollos y desafíos a los que ha tenido que enfrentase la actual democracia española en sus 40 años de trayectoria. Incluso, la equiparábamos en trascendencia al frustrado golpe de Estado de Tejero del 23-F de 1981, y a la larga lucha del terrorismo de ETA, que intentó forzar la independencia del País Vasco mediante el miedo y la sangre. Estos tres acontecimientos históricos convulsos tienen en común que han puesto en riesgo la unidad de España y la convivencia democrática de todos los españoles. El 23-F y ETA son ya, por fortuna, páginas del pasado de un gran país que supo superar el drama de 40 años de dictadura franquista para, mediante el diálogo, la generosidad y la responsabilidad, propiciar una ejemplar Transición política, que hizo posible el nacimiento de una nueva España, próspera, plural y solidaria. Lo que ha pasado ahora con Cataluña y en Cataluña es un fracaso de ese diálogo democrático que aprendimos en la Transición. Las imágenes, por un lado, del chapucero referéndum ilegal de Puigdemont, y por otro, de las descargas policiales contra los ciudadanos, que han dado la vuelta al mundo, provocan tristeza, indignación y vergüenza propia a cualquier demócrata de este país. No teníamos que haber llegado nunca al 1-O. Ha faltado altura de miras tanto a los Gobiernos estatales como a los catalanes de los últimos decenios. El fracaso democrático del 1-O se viene gestando desde hace mucho tiempo y nadie, ni de Madrid ni de Barcelona, fue capaz de advertir y corregir la peligrosa deriva que llevaban las relaciones entre una España que pecó de soberbia y suficiencia, y una Cataluña acomplejada y ambiciosa. Han faltado líderes a la altura del momento histórico. Pero el 2-O no es hora de lamentaciones ni reproches, sino de la búsqueda de soluciones. Y todas pasan por el diálogo. Como en la Transición.

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