el charco hondo

Los padres del dependentismo

Los libros de historia (o las apps que la expliquen) contarán cómo los independentistas, vocacionales u ocasionales, dinamitaron en apenas unos meses la mayoría de edad que Cataluña había ido construyendo durante los cuarenta años precedentes. Han arrasado con cuatro décadas (1977-2017), arrastrando el país al que dicen aspirar al perfil de las comunidades autónomas pret a porter. Y han ido más lejos. Las líneas torcidas que están dejando para los libros (o las apps) no se reducen al enorme daño que le han hecho a Cataluña. A los independentistas, cóctel molotov de oligarcas en apuros e ideólogos de la ciencia ficción, la historia les reconocerá la autoría y paternidad del dependentismo. ¿Qué es el dependentismo? Dícese del proceso político y legislativo recentralizador que se puso en marcha en España a raíz o con la excusa de la declaración de independencia de Cataluña; crisis institucional que el Estado, aupado por el inesperado auge del nacionalismo español, aprovechó para proceder a la demonización de singularidades, particularidades o especificidades territoriales, impulsando reformas que incrementaron la dependencia del poder central como reforzado ámbito de decisión política, legislativa, judicial y presupuestaria. Así, o algo parecido. Ésta es la herencia que dejan al conjunto de España aquellos que envueltos en banderas independentistas están haciendo historia como padres del dependentismo. Han abierto las puertas a una involución de dimensiones aún desconocidas. Están rearmando a quienes nunca se sintieron cómodos en el país más descentralizado del club europeo. Pudiéndose resumir más educadamente, lo cierto es que solo hay una manera de expresar con precisión lo que han hecho. Cagarla. Los independentistas la han cagado. En Cataluña, y en el resto de España, vamos a estar recogiendo los restos de su gracia durante años y décadas.

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