domingo cristiano

Ser pobre es una putada

Ser pobre es ser pobre. Y ser pobre es una putada. Los pobres no anhelan buenas palabras y promesas de un mundo futuro mejor. Quieren comida y ropa y trabajo y un hogar más allá de los techos caritativos y vivir con dignidad…

Ser pobre es ser pobre. Y ser pobre es una putada. Los pobres no anhelan buenas palabras y promesas de un mundo futuro mejor. Quieren comida y ropa y trabajo y un hogar más allá de los techos caritativos y vivir con dignidad… Al menos, para empezar. Y luego viene todo aquello de la sabiduría que otorga el sufrimiento y lo de los pobres en el espíritu, que es otra cosa y que también es verdad. Pero la pobreza es una putada. Ojo, que la palabra está en el diccionario.

Un pobre de verdad es alguien que se ha quedado sin suelo bajo los pies y con el cielo a punto de caerle encima. Reconozco que tengo que hacérmelo mirar, pero es que me duele hasta escribir sobre el vértigo que ha de experimentar un padre que no tiene nada para dar de comer a su hijo. La pobreza duele, porque el estómago duele cuando no tiene nada que digerir, y duelen los huesos cuando la humedad de la calle se incrusta en el ADN, y la piel duele si no hay higiene, y duelen las picaduras de los piojos… La pobreza es una serpiente de siete cabezas a quien las furias envían para destrozar lo que cada uno tiene de humano. La pobreza machaca, desestructura, arrasa, siembra sal allí donde deberían crecer las ilusiones.

Hoy se celebra la primera Jornada Mundial de los Pobres, un invento del Papa Francisco, este pastor que no pasará a la Historia por la elocuencia formal sus textos teológicos, pero que será santo y seña de multitud de generaciones por habernos recordado quién es Dios y qué debería ser la Iglesia. “Invito a toda la Iglesia y a los hombres de buena voluntad a mantener la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad. Son nuestros hermanos y hermanas, creados y amados por el Padre celestial”, dice Francisco. “La mirada fija en los pobres”, insiste el Pontífice. No una mirada de fin de semana o de invierno en invierno –cuando se nos ablanda el corazón-. No estoy seguro de que yo fuera capaz de sostener la mirada fija de un pobre siendo consciente de todo lo que tengo y todo lo que gasto. Y no es demagogia.

Una jornada para los pobres se ha inventado el Papa: para que aprendamos a rezar por ellos, dice. Y para que cada comunidad organice “momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta con los más necesitados”, dice. Para “mirarlos a los ojos, abrazarlos, hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad”. Nada de propuestas bobaliconas o etéreas, nada de planteamientos meapilas. El Papa que abraza a los pobres y los enfermos se ha inventado un día que en realidad quiere ser un chute de realismo en vena para la comunidad de los creyentes, allí donde anidan tantos que a menudo se despistan tanto con tantas tontunas que se empeñan en llamar “tradiciones”.

Afortunadamente, la Iglesia es experta en humanidad, defensora de los más desvalidos. “Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza”, dice Francisco. Y es que queda tanto por hacer… que bien está que una jornada mundial nos recuerde esta putada a partir de hoy.

@karmelojph

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