el charco hondo

Un monstruo viene a vernos

Leve o intensa, simple o compleja, consciente o inconsciente, explícita o involucrada en algunos sistemas neuróticos

Leve o intensa, simple o compleja, consciente o inconsciente, explícita o involucrada en algunos sistemas neuróticos, es la envidia, material con el que construimos la peor versión de cada cual, la que decide que sí, que hay que comprar décimos para el sorteo de El Gordo. Quienes durante el año no juegan, pero estos días pagan a regañadientes los décimos que compran los demás, gastan arrastrados por la envidia, por el escalofrío que les recorre el cuerpo cuando se imaginan siendo el que no compró donde tocó. Saben (sabemos) que volverá a caer bien lejos. Son conscientes (somos) de que los bombos irán escupiendo los premios que luego celebrarán en da igual qué barrio de qué más da qué ciudad. Cuentan (contamos) con que no nos va a tocar, pero la envidia, pecado especialmente presente en la información genética de los españoles, nos susurra día y noche que al de al lado puede que sí, y si sí, cómo arriesgarte a ser al que no le cambió la vida por no comprar con los demás. La envidia, esa rabia vengadora que anula a la razón, convence a millones de súbditos de que el imposible de resultar premiado gira hacia lo posible si lo ha comprado el vecino, la amiga, el del bar o los padres del colegio. Ese absurdo es la máxima expresión de la envidia. Esa la prueba de su fortaleza. Ese es el síntoma de que su veneno no conoce antídoto; al menos, no en estas fechas. El Gordo es el monstruo que siempre vuelve a casa por navidad, es la envidia disfrazada de alumno del San Ildefonso. Descartamos algo que no sea la pedrea, pero no soportamos la idea de que le toque al otro, sobre todo si el otro es de los que tienes que ver a diario. La envidia, estrechamente emparentada con el narcisismo, con ese estúpido e inútil afán de lograr una buena valoración de los demás, viene a verte estos días. No es que quieras que te toque, así, a secas, quieres que te toque sobre todo si le ha tocado a los demás. Uf. Un monstruo viene a verte. A vernos.

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