opinión

Capitalismo y feminismos

El feminismo es un movimiento social que se entiende transversal y que, por su propio bien, puede -y debe- ser asumido al margen de las cuestiones que lo dividan. Resulta evidente que en esa necesaria unidad reside su transcendencia social y su deseable impacto político

El feminismo es un movimiento social que se entiende transversal y que, por su propio bien, puede -y debe- ser asumido al margen de las cuestiones que lo dividan. Resulta evidente que en esa necesaria unidad reside su transcendencia social y su deseable impacto político. Y que insistir en esas cuestiones que lo dividen determinó la posición de muchas mujeres -y varones- ante la huelga del pasado 8 de marzo. Destacadas dirigentes del Partido Popular y de Ciudadanos, junto a otras muchas mujeres, no hicieron la huelga aunque en muchos casos sí asistieron a las distintas manifestaciones. Y no la hicieron porque fue planteada -equivocadamente- como una reivindicación exclusiva de la izquierda radical, como una lucha en contra de lo que, desde esas posiciones políticas, denominan el “patriarcado capitalista” y el “heteropatriarcado”. Este planteamiento radical hizo que muchos lemas y gritos en tales manifestaciones fueran lemas y gritos no en contra de la discriminación de la mujer, sino en contra de los partidos de la derecha y del centro derecha y sus representantes, a los que -sin demasiado fundamento- se hace responsables de la situación.

Nos parece importante destacar, en particular, que no tiene el menor sentido la lucha de ese feminismo radical en contra de lo que denominan el capitalismo. Se trata de un término del marxismo -o, más correctamente, del materialismo dialéctico histórico- para referirse a las sociedades occidentales posteriores al feudalismo europeo. A partir de la acumulación primitiva de capital, sería el modo de producción capitalista, sustituido tras las revoluciones socialistas por el modo de producción socialista y la dictadura del proletariado. Una dictadura que conduciría a la extinción del Estado y el comunismo final. En la desaparecida Unión Soviética y otros Estados del este y centro de Europa todavía se preguntan por qué todo sucedió justo al revés.

Pues bien, ese denominado capitalismo corresponde a las sociedades que surgen de las revoluciones liberales, unas sociedades que alumbran el imperio de la Ley, la división de poderes, los derechos y libertades públicas y, en resumen, el Estado de Derecho. Desde una economía de mercado y desde el respeto a la propiedad privada y la libertad de empresa, han construido las democracias que hoy disfrutamos -las únicas democracias que existen-, y son las únicas sociedades que -precisa y paradójicamente- han permitido -y propiciado- el progresivo reconocimiento de los derechos de las mujeres. Fuera de nuestras democracias, en el mundo islámico o en el llamado Tercer mundo, el panorama es desolador. Y en las dictaduras del proletariado, como Cuba o Corea del Norte, el feminismo es un crimen político, porque supone una crítica al régimen, al partido único y al líder.

La huelga feminista fue secuestrada por la izquierda radical española. Y eso explica su superior volumen cuantitativo respecto a otros países, destacado por los medios extranjeros. Porque ni líderes feministas europeas ni, desde luego, las actrices que lideran el movimiento en Estados Unidos comparten el enfrentamiento con el capitalismo. Algunas feministas españolas se confunden de enemigo.

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