cartas desde rusia

Las manos de Putin

Y él no ha debido olvidarse. Porque el muy bandido me escribió hace nada para pedirme que le escribiera sobre las manos de Putin. 300 palabras. Será cabrón.

Carmelo Rivero es un buen retratista. Lo conocí cuando era un chiquillo y yo entonces ya le sacaba diez años, que él me lleva afeando desde que entró por la puerta de la Redacción. Cuando me vio, como si ya adivinara que yo era su víctima a batir, me señaló con el dedo, siguió avanzando hacia mi, sacó un mazo de recortes y me dijo:

-Este soy yo. A ver qué haces conmigo.

Se lo pasé al director. Pesaba el fajo: ya era un muchacho y había acumulado tanto trabajo que parecía que en lugar de aquellos diecisiete tenía veintisiete o veintisiete mil años. Esperó a que me moviera, y como yo tardaba en hacerlo, me dijo, aguerrido:

-¿Vas a llevarle mi dosier o prefieres que le toque yo?

La verdad es que aquel muchacho me amedrentó. Así que dejé lo que estaba haciendo, golpeé con los nudillos en la puerta entreabierta del director.

Este chico busca trabajo. Y estas son sus credenciales.

El director dio un rápido vistazo al material y me dijo, veloz:

-Que no se vaya. Hazle una entrevista para publicar, y luego encárgale que escriba un folio. Sobre lo que se te ocurra.

En aquel entonces todos nos sabíamos de memoria las canciones de Raimon, y sus letras. Carmelo se las sabía también, por lo que deduje en seguida.

-Escribe cualquier cosa, en seguida. El director te quiere leer.

Allí mismo me pidió la vieja máquina que yo tenía en la Redacción, pensó durante una décima de segundo, se puso a escribir como si fuera un titán y al cabo de diez minutos tenía treinta líneas perfectas, como dictadas por un mago que lo habitara por dentro.

-¿De qué has escrito?

-De tus manos. Inspirado en lo que dice Raimon: “Del hombre miro siempre las manos”.

Ah, bandido, le dije. Y me puse a leer. Era un texto perfecto. “Las manos de un periodista son el espejo de su alma, nerviosas, próximas a la histeria, abrazando desde que sabe que ha de escribir la primera palabra, la que le falta”. Tengo el original, que ha viajado conmigo por todas las mudanzas.

Y él no ha debido olvidarse. Porque el muy bandido me escribió hace nada para pedirme que le escribiera sobre las manos de Putin. 300 palabras. Será cabrón.

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