avisos políticos

Lloriqueos

La moda la inició Rajoy en el anuncio de su despedida ante los suyos del Comité Ejecutivo Nacional

La moda la inició Rajoy en el anuncio de su despedida ante los suyos del Comité Ejecutivo Nacional. No tenía precedentes, y por eso fue una escena insospechada, contemplar al antiguo presidente del Gobierno emocionado hasta las lágrimas al mencionar el apoyo y la lealtad que había recibido de los dirigentes populares presentes. Un apoyo y una lealtad, todo hay que decirlo, obligados por la autocracia de mano de hierro que impuso en el partido en los largos años de su presidencia. Por eso nos quedará siempre la duda de si tanta emoción fue real o impostada.

En donde no nos queda ninguna duda es en la despedida del efímero ministro de Cultura y Deporte, una despedida más propia de la pataleta de un famosito mimado que de un miembro de un Gobierno serio. En este caso, los componentes teatrales superaron a los de Rajoy, con convenientes silencios después de cada lloriqueo, que obligaban al aplauso.

Sin embargo, lo más insospechado de todo ha sido el anuncio del presidente gallego de su no presentación a las primarias de su partido, un anuncio dado entre los consabidos lloros, silencios y aplausos obligados. La justificación de su espantada -que nos ha decepcionado- es su compromiso electoral con los gallegos hasta el final de la Legislatura. Pero es un falso motivo. El compromiso no es solo suyo, es del partido y de todos los candidatos elegidos en las últimas elecciones. Y presentarlo como un compromiso exclusivamente personal es una muestra de personalismo autoritario que no es precisamente un rasgo de su carácter. Sin ir más lejos, en una reciente entrevista con Jordi Évole había más que insinuado su presentación.

El auténtico motivo es que el terrero de las primarias populares se ha embarrado, la competencia va a ser feroz, y en ese escenario el presidente gallego tenía mucho que perder. En una situación ideal de consenso y candidatura casi única se hubiera presentado, pero así no. Se van a enfrentar la secretaria general y la antigua vicepresidenta, lo que va a desgarrar aún más a la organización. Y, por si fuera poco, se presentan Pablo Casado, un antiguo ministro y varios ilustres desconocidos. El PP necesita una profunda regeneración cercana a una refundación, que solo podía ofrecer Núñez Feijóo, y lo que ha ocurrido es que, para liderar ese proceso, se presentan los responsables del antiguo aparato, que encima dividen al partido.

Como advertíamos el jueves pasado, los populares corren peligro de terminar como la UCD. Lo único que los salva es que el PP tiene presuntamente ochocientos mil militantes y una mayor cohesión interna. Y que, a pesar de las manifestaciones y declaraciones en contra, segmentos importantes de votantes populares, como muchos pensionistas, pueden sentir un cierto vértigo en cambiar de papeleta.

La juez del caso Cifuentes ha abierto una pieza separada sobre los títulos académicos de Pablo Casado, y ha preguntado al Congreso sobre su condición de aforado. Esto le asegura a los medios de la izquierda sectaria, liderados por La Sexta, mucho tiempo de programación. Pero otro dirigente popular -candidato- imputado es más de lo que el sistema -y los españoles- podemos soportar.

TE PUEDE INTERESAR