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Ritos funerarios (1)

Cuentan que los escitas, indomables jinetes que se hicieron fuertes al norte del mar Negro, fueron más lejos que los faraones egipcios y, no bastándoles con enterrar a sus líderes junto a riquezas y alimentos, se ocuparon de que en el viaje al más allá también los acompañaran esposas, sirvientes o caballos; y algunas tribus, no convenciéndoles ese proceder, en vez de enterrar a sus muertos optaban por esperar a que los buitres se los comieran -cuando así ocurría lo consideraban un augurio de bienestar-. Más de dos mil años después el PP está en esas, con un faraón queriendo reencarnarse en él mismo, ignorando Rajoy que esta otra realidad seguirá despedazándolo y temiéndose la tribu que el todavía líder termine sugiriendo que lo entierren junto a los dirigentes, caballos, alimentos y opciones de futuro del partido. Sabiendo como sabía que la sentencia de Gürtel iba a caerle encima en horas o días, pudo Rajoy ahorrarse acabar de tan mala manera anunciando la disolución de las Cortes y elecciones anticipadas -y su renuncia a la reelección- inmediatamente después de haber logrado la aprobación de los presupuestos generales del Estado; pudo, pero no. Habiéndole ofrecido el PNV la alternativa de dimitir, pudo el ex presidente amortiguar su destrozo dejando que Ana Pastor o Soraya Sáenz de Santamaría intentaran salvar algunos muebles; pudo, y tampoco. Rajoy ha caído, arrojando a los suyos al peor pozo posible, porque tuvo que tomar decisiones en un contexto dominado por un elemento que le es extraño: la velocidad. Después de toda una carrera dejando que el reloj durmiera todos los problemas o apuros a los que se enfrentó, Rajoy se vio forzado a actuar con prisas, tropezando una y otra vez como un novato patinando por primera vez sobre una pista de hielo. La decisión de precipitar las sesiones parlamentarias de la moción será recordada en el PP, y por Rajoy, como la peor decisión de sus vidas. Haber dejado la gestión de la crisis en manos de la velocidad obligó al ex presidente a renunciar a su estilo de juego, a ese tocar la pelota hasta que el contrario baje la guardia por cansancio o aburrimiento. Gürtel lo dejó herido de muerte. Las prisas, y este afán de reencarnarse en él mismo, remataron a un faraón que debe salir de escena; de lo contrario, propiciará que lo acaben enterrando junto a quienes deben iniciar la refundación o reconstrucción de su partido.

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