cartas desde parís

Sánchez se estrena en París

Carmelo Rivero sabía que este fin de semana yo estaba en misión especial a las afueras de París, cumpliendo ritos gastronómicos que él me envidia, y por eso me llamó a mi celular, por persona interpuesta:

-Que vuelvas a París, a ver a Pedro Sánchez.

Soy un masoquista del periodismo, así que volví a la ciudad nublada, a encontrarme entre una nube de periodistas españoles y franceses fascinados por la posibilidad de ver al presidente más atractivo de Europa.

Sánchez es ahora un buen par para la selección europea de presidentes. Lo vi elegante, es más alto que Macron, y saluda como los franceses, acortando distancias pero no demasiado. Es, probablemente, más alto y más apuesto que cualquiera de sus colegas, habla varios idiomas (también el francés) y es capaz de sostener una conferencia sin mirar papeles. Lo que dijo ante Macron es sensato, se puede aplicar en realidad a las diversas ideologías, de la derecha a la izquierda, y está dicho en función de los problemas radicalmente humanos que acaecen en Europa y en sus fronteras.

Es inevitable compararlo con Mariano Rajoy, que hasta hace muy poco era nuestro ariete inoperante en la selección europea. El recién reingresado en la nómina de registradores de la Propiedad era un hombre de aliento corto, física y químicamente estaba poco dotado para la política internacional, no sólo porque careciera de idiomas, y su crédito en el mundo al que acudía había disminuido gravemente por las sentencias que en España dejaban a él y a su partido a los pies de los caballos.

Pedro Sánchez es otro presidente, otra imagen de España, otro modo de ser y de respirar. Es como si en la cúpula del Gobierno de España, ante Europa, se hubiera puesto el sol. Yo lo vi desde lejos, naturalmente, no tengo rango de corresponsal acreditado, y me colé porque los colegas del Elíseo fueron buenos conmigo.

Desde esa lejanía me fijé en los gestos y en las ropas. Sánchez es un presidente veraniego, fresco; sabe saludar como se hace en Francia, atando bien al que tienes delante (al contrario de lo que hizo Adolfo Suárez, yo lo vi, cuando agarró a Giscard como si se lo fuera a llevar a casa) y mira a los ojos directamente, fijándolos en el otro. Mariano Rajoy no servía para esas proximidades, y en eso ha ganado España. En proximidad a Macron, a Francia y a Europa.

Con estas líneas generales le escribí a Carmelo Rivero.

Como suele suceder él me envió un billetito que decía: “Vale, tío”.

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