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Bee Gees

Tengo dos frustraciones musicales. Una, no haber aprendido a tocar el piano, aunque fuera de manera autodidacta (sin solfeo, ni academia); dos, no haber escuchado en directo a los Bee Gees

Tengo dos frustraciones musicales. Una, no haber aprendido a tocar el piano, aunque fuera de manera autodidacta (sin solfeo, ni academia); dos, no haber escuchado en directo a los Bee Gees. No encontré una sola entrada para verlos actuar en Las Vegas; y en 2010, cuando ya habían muerto Andy (1958-1988) y Maurice (1949-2003) logré comprar la antología de sus canciones, publicada y vendida en un plis plas. Sólo vive uno de los hermanos, el mayor, Barry, que tiene un año más que yo, 71, y que todavía ofrece multitudinarios conciertos, caminando solo y en ocasiones con su hija. A Robin (1949-2012), hermano gemelo de Maurice, se lo llevó un cáncer hepático. No se olvidan jamás las actuaciones del grupo con Barbra Streisand, Olivia Newton-John y Cèline Dion. No se concibe escuchar a los Bee Gees sin seleccionar Fiebre del sábado noche o Immortality, interpretada por Cèline Dion, que en ocasiones llora cuando la canta, sobre todo con Barry Gibb, recordando a sus hermanos muertos. Qué decir de una interpretación de Heartbraker, en un dueto entre Dionne Warwick y Barry Gibb. Viene todo esto a cuento porque he rescatado la antología de las canciones de Bee Gees. No sé si se comercializó en España, yo la conseguí en Estados Unidos. Cuando salió a la luz, la gente se lanzó a comprarla, a pesar de que muchos de sus éxitos están en la Internet (algunos de ellos no pueden ser escuchados ni visionados en nuestro país). Son cuatro CDs y, en medio, la historia familiar de los Gees, con un montón de fotografías evocadoras. Si no me canso de escuchar a los Beatles, mucho menos a Bee Gees, cuyos componentes me alegraron la juventud y ahora sosiegan mi vejez. Muchas veces me pongo a escribir con ellos de fondo y me transporto a un tiempo pasado, que no sé si fue mejor o peor.

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