La crisis de la natalidad y la alta esperanza de vida han proporcionado un ambiente social en el que cada vez es más frecuente encontrarse con personas jubiladas por la calle, a veces con nada o muy poco que hacer. A pesar de que se trata de personas que se encuentran, muchas de ellas, en perfectas condiciones físicas y espirituales, la realidad es que las instituciones y corporaciones varias, a diferencia de lo que pasa en otras latitudes, no las suelen tener muy en cuenta. En efecto, cada vez hay más gente mayor y no tan mayor, los prejubilados entre cincuenta y sesenta años, que están en perfectas condiciones para seguir ofreciendo a la sociedad sus conocimientos y experiencia acumulada a lo largo de los años. En Suecia, por ejemplo, lo han entendido perfectamente.
Tanto es así, que ahora los jubilados son el sector social más activo en trabajos de voluntariado. Un reciente informe sobre la materia acredita que la sociedad del bienestar también es sensible a la capacidad de ayudar y colaborar de las personas jubiladas. Tal informe revela que los jubilados no se contentan con recibir las prestaciones y cuidados sociales a que tienen derecho, pues siguen siendo muy productivos. Según el estudio, de cada dos jubilados, uno colabora en asociaciones de voluntariado por lo menos quince horas al mes. En fin, que los jubilados son necesarios en la sociedad. Aportan mucho y merecen todo nuestro respeto y apoyo. Los jubilados son un gran potencial. Muchos quieren colaborar y hay que facilitar la posibilidad de que los que quieran, y puedan hacerlo, sigan ofreciendo lo mejor de ellos mismos para, en otras tareas, contribuir al enriquecimiento de la vida social. Todos somos necesarios. Los jubilados, los que estamos en activo y los que están por venir. Todos.
POPPER Y LA TELEVISIÓN
A finales del siglo pasado falleció una de las grandes figuras del liberalismo: Popper, uno de los filósofos más importantes que ha dado el siglo XX. No solo en lo que se refiere a la filosofía de la ciencia, sino en el ámbito de la filosofía política, en el que ha sido bien conocido por su defensa de la sociedad civil frente a todo totalitarismo, y cuya obra emblemática ha sido su nunca bien ponderada La sociedad abierta y sus enemigos, hoy de gran actualidad por las amenazas que se ciernen, en algunos casos realidades, sobre la vitalidad del tejido social y sobre la libertad de las personas. Es bien sabido que el pensamiento de Popper bascula en torno a la defensa a ultranza de la democracia, de la tolerancia y del respeto a la persona. Pues bien, como se ha demostrado, el último ensayo de Popper giró en torno a la degradación de la televisión: tema no exento de polémica, pero que, en el momento presente, me parece que no es baladí que Popper lo seleccionara como objeto de su reflexión crítica. Karl Popper, tras criticar esa idea tan extendida de que se debe ofrecer a la gente lo que la gente pide, aprovechó su obra póstuma para advertirnos sobre el peligro que encierra para la democracia la falta de control de la televisión: “La democracia consiste en poner bajo control al poder político. No debe haber ningún poder político incontrolado en una democracia. Ahora que resulta que la televisión se ha convertido en un poder político colosal, potencialmente se puede decir que es el más importante de todos (…). Y así será si continuamos consintiendo este abuso (…). Una democracia no puede existir si no pone bajo control a la televisión…”. Y ese control, cada vez más necesario, se encuentra en la propia dignidad de la persona y, lo que es más importante, en que de una vez nos decidamos a formar a la juventud seriamente en los valores, en el respeto a las ideas de los demás y en el amor a la verdad. Una buena reflexión para meditar en estos días.