La próxima convocatoria de un Festival Hispanoamericano de Escritores en La Palma hacia la tercera semana de septiembre, ideado por la Cátedra Vargas Llosa, aparte de ser una buena noticia en sí misma, nos lleva a preguntarnos por el estado de los intercambios literarios en la Hispanidad toda. No se discute acá sobre el milagro cotidiano que los propicia -hablar y escribir en una sola lengua- sino sobre el hecho de si los estamos convocando con la frecuencia que deberíamos. Y mi impresión es que venimos de tiempos mejores a los que hoy tenemos: razón de más para celebrar el que se llevará a cabo en Los Llanos de Aridane. México fue siempre, por ejemplo, con la proa rompehielos del Fondo de Cultura Económica, un músculo integrador de la cultura hispánica; luego Venezuela, a partir de 1975, creó dos figuras muy importantes: la Biblioteca Ayacucho y el Premio de Novela Rómulo Gallegos; la Universidad de Pittsburg celebraba su congreso iberoamericano cada dos años; en 1992, con el pretexto del Quinto Centenario, España aprovechó para saldar viejas deudas y organizó seminarios y proyectos editoriales que fueron claves; Colombia y Chile se sumaron con eventos que marcaron pautas. Son muchos más, por supuesto, pero lo importante es resaltar las tendencias. En el marco de todas esas iniciativas, los encuentros de escritores eran recurrentes y además necesarios. No sólo ayudaron a forjar una integración mayor, sino a debatir sobre los problemas que nos atañen. Eran tiempos en los que aprendimos que el campo de estudio de la literatura hispánica era uno solo, diferenciado de una suma de naciones o de geografías parceladas. Una iniciativa reciente como la Bienal Vargas Llosa, con la instauración de su Premio de Novela desde 2014, reúne en cada convocatoria un congreso de escritores. Ese modelo ya lo veíamos desde 1967, cuando se entrega por primera vez el Premio de Novela Rómulo Gallegos. Es bueno que repitamos las buenas experiencias y las mantengamos. Esta parece ser la línea de este nuevo Festival de Escritores Hispanoamericanos, cuya primera intención parecería cuidar los equilibrios: de géneros literarios, de generaciones de escritores, de edades o promociones, de hombres y mujeres, de representaciones nacionales. No deja de ser significativo, además, que el emplazamiento sea en las Canarias, porque es una manera de recordar que estas islas tienen razones históricas de peso para reivindicar una función de bisagra entre las dos grandes compuertas de la Hispanidad, que en vez de cerrarse deberían estar siempre abiertas en ambos extremos del Atlántico. Larga vida a un Festival de Escritores que debería haberse inventado muchos antes, pero que tampoco llega tarde cuando se trata de las motivaciones profundas que lo animan.
Festival de Escritores en La Palma
La próxima convocatoria de un Festival Hispanoamericano de Escritores en La Palma hacia la tercera semana de septiembre, ideado por la Cátedra Vargas Llosa, aparte de ser una buena noticia en sí misma, nos lleva a preguntarnos por el estado de los intercambios literarios en la Hispanidad toda