despuÉs del paréntesis

Escritores

La cuestión se resume así, me dijo J. J. Armas Marcelo: comer bien, beber mejor y hablar mal de todo el que no se encuentre presente. Por lo oído, alguien contó que en una reunión de poetas en Oviedo, el crítico literario de turno se mostró extrañado porque nadie, en tres días, había dicho una sola palabra de más sobre los contrincantes. Entonces a don José Hierro se le alumbró la vista y gritó: “Por cierto, Valente es un hijo de p…”. Los afines, que los hubo, no se alegraron.

En ese día de Madrid, acompañé a los escritores en sus asuntos particulares. Como ocurre en esos casos, se expandieron. El historiador de arte Fernando Castro Flórez recordó. Estaban en América, en Santo Domingo, en un bar de mala muerte. Fernando no recordaba bien por qué, pero hubo mosqueo. Él, que es más bien alto y fornido, se levantó decidido y se dirigió al salado que insultó a los españoles. Alzó el brazo y su codo, sin esperarlo, chocó contra una pared. Volvió a intentarlo y lo mismo. Giró el tronco y descubrió pegado a su espalda a un negro de más de dos metros con cara de pocos amigos. “La muerte es así de inesperada”, se dijo, al tiempo que se cubría el rostro. Y lo oyó: “¿Te quieres quitar delante, helmano, que me meo?”. Todos, los amigos y los de la madre patria, se partieron de risa. Ahora juntos, algunas botellas más cayeron y el jolgorio duró hasta la mañana.

Me lo contó Carlos Fuentes en su visita a Tenerife. Cuando vivía en Buenos Aires, compartió un lupanar con algunos amigos. Lo usaban según las necesidades. Entre ellos Ernesto Sábato. Que siempre dejaba la habitación con sábanas destrozadas y manchas de sangre en la cama. Lo vigilaron, para saber de qué fiera se trataba. Entró. Poco después salió, solo, sin nadie. Le agradecí la revelación, tratándose de quien se trataba. Y le conté parte de mi encuentro con ese pesimista enfermizo que hace que el mundo se parta en cuatro. Le pregunté por cuál era el origen de su inquina con Borges, si eran las notas que el autor de El Aleph puso en algunas de sus obras, como en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Me lo contó: “Como no voy a estar enfadado con ese fulano. Una vez le preguntó la prensa que señalara cuáles eran los tres mejores novelistas de Argentina. Borges dijo, diré cinco: (traduciré, para que comprendan la ironía) Marcial Lafuente Estefanía, Corín Tellado, Ildefonso Falcones, Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato.

Dilema irresoluble este de los escritores, entre el ser y lo que escriben. ¿Con qué nos quedamos?

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