tribuna

La Edad de Oro está enterrada, no muerta

El entierro de la edad de oro sucedió en Verogño. Un periodista y director de cine canario tuvo una visión surrealista en Nueva York, y quizás sin saberlo, pero guiado por el destino como un GPS invisible pero inefable que ilumina la dirección que hay que seguir como un rayo láser, construyó su propio destino surrealista. Se avocó a la tarea de investigar sobre la vida y la obra de Óscar Domínguez, ya que coincidieron en el espacio -que no en el tiempo-, en las laderas de la conjunción del mar y la montaña en Tacoronte, en lo que después sería llamado el espacio alrededor de la casa del pintor loco. El producto de esa investigación fue una película surrealista.

La película pudo ser narrada en Verogño. Verogño no es un lugar, es una conjunción de espacios–tiempo. Es el espaciotiempo del verano que se niega a morir, y el espaciotiempo del otoño que empuja impetuosamente. Entre estas dos intensidades se construye el verogño, un tiempo que transcurre en un espacio, que podría ser surrealista, para enterrar y para florecer.

No se entierra solamente lo que deja de estar vivo, aunque sí, porque toda vida implica su propia degeneración, que es a la vez evolución. Pero también se entierra lo que la insumisión no logra rescatar, aquello para lo que la pasión todavía no le encuentra el tiempo para encontrarle un sentido. Tal vez esta es una característica del verogño: sembrar para enterrar.

En Canarias se siembra el telescopio más potente y el surrealismo mas irreverente:

Tensando la carne y deconstruyendo la realidad en el TEA; con Óscar Domínguez y su decalcomanía aplicada por artistas contemporáneos a experiencias corporales, carnales y artísticas; con encuentros del tercer tipo en el Auditorio de Tenerife y poemas musicalizados en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés; realidad con sensibilidad narrando emociones de la piel en las islas de La Palma y El Hierro.

Es un Carnaval vivo que habita en su propia casa, y desde donde grita su alegría musical, que se escucha en Loro Parque, en su congreso internacional congregando a científicos de todo el mundo para observar e interpretar desde la visión de un animal; y las visiones de muchos otros animales, algunos de ellos en peligro de extinción. Y como parte del entierro de este verogño, se culmina el festival de cultura y música japonesa en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Tenerife, con la magnífica presentación de las Hermanas Morimoto, oriundas de Japón y ciudadanas del mundo, una residiendo en Londres y la otra en La Laguna, en Tenerife.

De todo ello se puede meditar en la Ermita de San Telmo, en cuyos tableros litúrgicos aparece un velero bergantín y varios más. No corta el mar sino vuela, en una realidad surrealista que permite admirar la cercanía de África, por sus arenas dispersas en la calima canaria que ilumina el firmamento. La Edad de Oro está en Canarias, pero está enterrada, o ¿está sembrada?

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