la casa blanca

Las gracias del presidente

Su estrategia es la de los ‘bullies’: mofarse de aquellos que están en desventaja, son vulnerables o no tienen la posibilidad de defenderse de sus ataques
El presidente Donald Trump, persiste en sus críticas contra Google, Twitter y Facebook. | EP
DIARIO DE AVISOS

Por supuesto hablamos del remedador mayor de los Estados Unidos de América, del presidente-bufón de la Casa Blanca, quien recurre incesantemente a crueles tácticas para provocar una risa fácil entre aquellos que se regodean con la infortuna de otros.

A Trump le gusta mofarse de personas discapacitadas, como hizo durante su campaña electoral al burlarse del periodista que había escrito un artículo en el Washington Post en 2001 sobre los atentados del 9/11. Este periodista, Serge Kovaleski, padece artrogriposis múltiple congénita, una condición médica que afecta al movimiento de las articulaciones. En su caso, los síntomas son muy notorios en la mano y brazo derechos. Aún recuerdo con incredulidad como un despiadado Trump hizo alusión al periodista con su habitual tono condescendiente diciendo: “Tienes que ver al pobre tipo”, para luego lanzar los brazos al aire haciendo grotescos aspavientos mientras remedaba al indefenso periodista.

A Trump le gusta reírse de figuras de la política, como la californiana demócrata Dianne Feinstein, senadora desde 1992, a quien el presidente tuvo la desfachatez de remedar la semana pasada. A Trump le gusta ridiculizar a profesionales a los que insulta libremente, como a la corresponsal de la cadena de televisión norteamericana ABCNews, Cecilia Vega, a la que dijo jocosamente durante una conferencia de prensa que ella “nunca piensa”. Todo esto es parte de su tema de burla favorito: las mujeres, quienes forman parte ineludible de su repertorio de abusos sexistas considerados por su amplia base de acólitos como “chistes”. Y es que este presidente es muy gracioso. Si no, recordemos las carcajadas que provocó durante su intervención en la Asamblea de la ONU, cuando dijo que es el presidente que más ha conseguido hacer reír en la historia del país. Carcajadas a su costa, que el interpretó como un momento de complicidad entre él y su público, acostumbrado como está a que le rían las gracias. Nada más lejos.

Había mucho en juego en Estados Unidos. Las audiencias en el Comité Judicial del Senado para la votación del juez Brett Kavanaugh como cargo de magistrado en el Tribunal Supremo -puesto vitalicio- han tenido en vilo al país. Ayer fue confirmada su candidatura por el Senado en una ajustadísima votación (50-48) para ocupar la vacante del juez ya jubilado Anthony Kennedy.

El juez ha sido acusado de asalto sexual por varias mujeres, una de ellas, la doctora Christine Blasey Ford, quien haciendo de tripas de corazón, aceptó testificar ante el Comité Judicial del Senado y el mundo entero sobre su amarga experiencia con un joven Kavanaugh en los años 80.

La doctora Ford es profesora de Psicología en la Universidad de Palo Alto California, y anteriormente de la prestigiosa Universidad Stanford, donde se graduó y, además, colabora en investigación. Ford, quien es autora de varios libros, casada y madre de dos hijos, dijo durante su espeluznante relato bajo juramento, en el que se percibía visiblemente afectada, que Kavanugh trató de violarla y durante el forcejeo, éste le tapó la boca con la mano, por lo que pensó que iba a morir asfixiada. ¿Qué poderosa razón tendría una mujer con éxito en su carrera para contar una historia falsa ante un Senado que la hizo motivo de escarnio? Según ella misma, su determinación de no permitir que su atacante ocupara un puesto de tanta importancia para la nación. Pese a su valor, la doctora salió escaldada, y dijo considerar mudarse a otro país, mencionando Nueva Zelanda, si Kavanaugh es premiado con ese goloso puesto para un hombre de tal ambición y pocos escrúpulos.

Hay mucho en juego les decía, no solo porque el delicado balance entre leyes conservadoras y liberales en un país donde rige la jurisprudencia está profundamente arraigado en el Tribunal Supremo, sino porque la puja por la confirmación de Kavanaugh, además, demuestra hasta qué punto en la guerra todo vale.

Demócratas y republicanos están dispuesto a lo que sea por hacerse con el control, aunque ello signifique dividir al país, aunque ello suponga despedazar a una mujer, que, según un polígrafo, ha dicho la verdad.

La votación fue aplazada unos días después de que el senador republicano Jeff Flake, de Arizona, se lavara las manos como Pilatos, arguyendo que quería más evidencia tras ser increpado por dos sobrevivientes de asalto sexual cuando entraba en el ascensor para dirigirse a sus despacho desde la sala de audiencias, añadiendo una semana de investigación por parte del FBI. Nuevos detalles apuntan a que dicha investigación está resultando una tomadura de pelo, ya que los hallazgos que se deriven no se harán públicos. Independientemente de lo que aporte, el daño ya está hecho.

¿Está Kavanaugh diciendo la verdad? Lo dudo. Nadie que defiende su inocencia se niega a hacer la prueba. Durante las audiencias, fueron muchas las oportunidades en las que se le preguntó al juez si estaría dispuesto a una mayor investigación por parte del FBI, y o bien se negó una y otra vez, o trató de esquivar la pelota con comentarios repetitivos y absurdos. En su testimonio, lleno de lágrimas de cocodrilo, y faltas de respeto, el juez Kavanaugh, no solo admitió mantener un calendario con todos sus datos de 1982, sino que negó tener problemas con la bebida y dijo haberse mantenido virgen por muchos años. El único problema es que existen en su contra desde denuncias policiales por broncas de borrachos en bares, a libros escolares en los que se refiere con términos de diccionario urbano a prácticas sexuales que van desde “el triángulo del diablo” a “boofing” (pueden ustedes mismos buscarlos).

No obstante, la carrera de Kavanaugh, quien es juez federal y presuntamente tiene un salario anual de US $220.000, ha estado llena de momentos de éxito al graduarse cum laude en la Universidad de Yale, ser capitán de su equipo de baloncesto en un país que valora más los logros deportivos que académicos, y un ascenso no carente de controversia, que le ha llevado a la nominación actual. Durante sus años como juez se ha manifestado a favor de restricciones al aborto, a favor de limitar los mecanismos de control en temas medio ambientales, y fue instrumental durante los argumentos que propiciaron –irónicamente- el “impeachment” o destitución del “adúltero y perjuro” presidente Bill Clinton, en 1998.

Por su parte, la doctora Ford y su credibilidad han sido puestos en tela de juicio. Ha sido patético escuchar a los senadores diciendo que la creen, que creen que “algo terrible le ocurrió”, pero que pese a que ella testificó estar cien por cien segura de que Kavanaugh fue su agresor, está confundida de persona, lugar y fecha. Millones de víctimas de abuso sexual en todo el mundo han sentido la bofetada que se le dio sin manos a una humillada Christine Blasey Ford. Han escuchado que su declaración no importa, que están dispuestos a sentar a este individuo en la Corte Suprema, porque como dicen los americanos “boys will be boys”. Una aterradora perspectiva y un mensaje desolador.

En medio de este convulso clima político, el remedador en jefe aprovecha la oportunidad durante un discurso de campaña de cara a las elecciones de medio término de noviembre en Misisipi, para mofarse de la doctora, burlarse de ella en público, demostrando una vez más, que es personajillo inepto para liderar un país.

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