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Abraham García, el maestro que devuelve la fe en el sistema educativo

Nominado al premio como Mejor Docente de España por la Fundación Educa, está al frente de la unitaria de Lodero, amenazada de cierre el próximo curso sino aumenta la matricula
Abraham, el maestro de la unitaria de Lodero nominado a mejor docente de España. | DA

Abraham García Fariña , de 36 años, hijo de Francisco y Berna (albañil y ama de casa respectivamente), es el maestro de mirada clara que devuelve la fe en el sistema educativo, en los valores y los principios y en la vocación por la enseñanza.

Nominado como Mejor Docente del Año en España por la Fundación Educa Abaca, confiesa abiertamente que esto le ha pillado por sorpresa. No es para menos. La Fundación ha sabido de su existencia gracias a sus alumnos de la Escuela Unitaria de Lodero, un pequeño centro del que Abraham es maestro, director, administrativo y todo lo que se puede ser ante las dificultades cuando estas solo, frente a una escuela rural con solo seis alumnos y después de no haber conseguido que la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, haya dispuesto para este reducido grupo de escolares un comedor, ni otros servicios con los que si cuentan los centros convencionales.

En la nominación de Abraham también han tenido que ver los alumnos que hace dos años tuvo en otro centro de La Gomera, lo que hace pensar en qué tiene este maestro. La respuesta es fácil. Enseña a querer aprender, y lo hace, cuentan los que le conocen en las aulas, aprendiendo siempre del error y nunca viéndolo como un fracaso, una palabra que no existe en el vocabulario de Abraham.

El padre de este maestro de 36 años, dispuesto a despertar interés en los alumnos más allá de sus capacidades, falleció el pasado mes de agosto. Abraham dice que si es el maestro que es, la persona que es, es gracias a su padre. “Cuando mis amigos se iban a la playa, a jugar, mi padre me pedía que le ayudara y eso me enseñó mucho”. Berna, su madre, también ha tenido mucho que ver. “Mis padres me han inculcado valores importantes, como ser responsable, tener iniciativa personal, respetar a los demás y trabajar duro”. Cómo combatir la masificación y justificar la rentabilidad de los servicios de este pequeño y acogedor centro, con seis niños, uno de ellos con Síndrome Autista, es ahora el reto de Abraham el maestro y del grupo de padres, madres y alumnos que le acompañan. La unitaria de Lodero puede pasar, con otras decenas de pequeñas escuelas del medio rural de La Palma, que cohesionaban la vida social de los mismos barrios, a ser otro edificio cerrado y lleno de humedades, sin vida, sino consigue un número de matriculas suficientes. Abraham no quiere rendirse más allá de la nominación al premio y la popularidad de estos días, y su mirada cobra un brillo especial cuando habla de sus alumnos. Uno de ellos tiene autismo.

“Es una experiencia maravillosa en diversidad para el resto de alumnos compartir el espacio. Estos niños van a tener una visión de la diversidad totalmente diferente gracias a esta convivencia”. Lo que más llama la atención en Abraham García Fariña es lo convencido que está de que las cosas, pese a todos los problemas que rodean a la masificación de los centros, el abuso de las nuevas tecnologías, la pérdida de valores y el vertiginoso cambio de los tiempos y de los mecanismos de la enseñanza, pueden mejorar. No puede ser de otra manera porque a sus alumnos, cuando se equivocan, cuando están a punto de rendirse, les tramite el valor del error. Su clase es pequeña pero luminosa. Una de sus alumnas, sobre una silla y con cierto nerviosismo, practica oratoria y se convierte en protagonista para el público, sus cinco compañeros y su maestro Abraham, que ya es para ellos, el mejor maestro.

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